Fox ‘el rojo’

William Fox

Hoy vuelve a tocar una entrada un poco chorra sobre anécdotas que me encuentro al preparar entradas algo más serias -espero-. A los de mi edad nos suena Fox por 20th Century Fox. A los más jóvenes quizá por esa basura en que se ha convertido en los últimos años la Fox News controlada por Rupert Murdoch. Por esto último, quizá nos provoca una pequeña sonrisa recordar una anécdota medio olvidada del fundador que le dio nombre, Willam Fox: su etapa socialista en su adolescencia y que le encargase su biografía a uno de los escritores más rojos del momento en los EEUU: Upton Sinclair. Una lástima que el juego de palabras ‘Fox rojo’ se pierda en español, pues el nombre común para zorro en nuestro idioma es también ‘zorro rojo’.

En realidad, su nombre verdadero era Wilhelm Fried, y era un judío húngaro nacido en 1879 –sí, en el Imperio Austrohúngaro, supongo que Berlanga lo sabía–. La familia emigró a Estados Unidos cuando Wilhelm tenía 9 meses, y pasó el resto de su vida en Nueva York. De hecho, a diferencia de otros magnates del cine, siempre vivió en esa ciudad evitando tanto Hollywood como la presencia pública que buscarían muchos de sus pares. Es la típica carrera de trabajador emigrante que va escalando poco a poco posiciones, una ‘carrera hacia el éxito gracias al esfuerzo’ como se nos suele vender, y en la que el mismo creería, como veremos muy pronto. Fox empezó su carrera en el cine no en el sector de la producción o la distribución, sino en la de la exhibición. A partir de un nickelodeon en 1903, acabaría creando un emporio de salas de cine. Fue en buena parte el responsable, gracias a un pleito, del hundimiento del monopolio de la Motion Picture Patents Company, que era uno de los motivos que había llevado a muchos productores independientes a trasladarse a la lejana Hollywood. En 1913 empieza también a producir películas. Tuvo un gran éxito con estrellas como Theda Bara o Tom Mix, siendo también el responsable de la llegada del director alemán Murnau para trabajar en Hollywood. En 1926 compra una patente de un sistema de sonido, Movietone, y aunque no consigue realizar la primera película sonora –que sería de la Warner– crea un sistema de noticiarios que tendrá un gran éxito: Fox Movietone News, o la Fox News ‘buena’.

Pero en 1929 se le empiezan a torcer las cosas. La AT&T pone un pleito reclamando judicialmente todos los sistemas de sonido existentes, incluido el suyo, pues consideran que parten de una patente previa que ellos poseen. Por otra parte, se enreda en un confuso negocio: tras la muerte de otro magnate, Loew, jefe de la Metro-Goldwyn-Mayer, le compra sus participaciones en la empresa a su familia, lo que provoca la furia de los jefes de los estudios de MGM, Louis B. Mayer y Irvin Thalberg –que tenían mucho poder pero no eran accionistas–. Mayer ‘convenció’ al gobierno para que presentasen una demanda por violar las leyes antitrust. Justo en ese momento Fox tuvo un grave accidente de automóvil, y para cuando se recuperó, había estallado la crisis del 29, en la que perdió prácticamente toda su fortuna. En 1930 pierde el control de su empresa tras una OPA hostil. Fox Film Corporation se fusiona con 20th Century Pictures, para convertirse en 20th Century-Fox. Lo que significa, en realidad, que los famosos estudios que llevan su nombre nunca trabajaron para él. Sería un periodo de siete años de batalla legal para impedir la bancarrota. Es durante este periodo cuando le pide a Upton Sinclair que escriba un libro explicando tanto su vida como, principalmente, su visión sobre lo que había sucedido en los últimos años, que él consideraba había sido un complot contra su figura. En 1936, en el juicio por la bancarrota, intenta sobornar al juez y comete perjurio, por lo que es condenado a la cárcel. Pasaría allí algo más de cinco meses. Años más tarde, el presidente Truman le concedería su perdón. Murió en 1952 sin que nadie de Hollywood acudiese a su funeral.

El libro

Aunque parezca una extraña elección escoger a un famoso novelista socialista estadounidense para escribir una especie de memorias de un magnate del cine, lo cierto es que contactado por la familia y el secretario de Fox, Upton Sinclair invitó a su casa de Pasadena a Fox en marzo de 1932 para explorar la posibilidad de escribir un libro sobre su vida. Fox le ofreció 25.000 dólares -de la época- por escribirlo, y Sinclair inicialmente se negó. Pero tenía sus propios problemas financieros: dos meses antes había hipotecado su casa para pagar la película que Eisenstein estaba rodando en México y entraría con el director soviético en una larga y enconada disputa –que quizá veamos en alguna otra entrada–. El caso es que la mujer de Sinclair le presionó para que aceptase la oferta, y así lo hizo finalmente. Durante seis semanas, tres veces por semana, se encontraron, en la casa de Pasadena del escritor, Sinclair y Fox, durante 3 o 4 horas en cada sesión. Fox hablaba y hablaba. Y tan rápido que tenían que usar dos estenógrafas para registrar sus palabras. Estaba convencido de la conspiración, pero no tenía muchos datos que corroborasen su versión, ni tenía claro quién estaba al frente de la supuesta conspiración: la AT&T, la banca, Adolph Zukor… Con toda la información conseguida, Sinclair se puso a redactar el libro. No paró de enviar mensajes y textos de prueba a Fox pero este, que había vuelto a Nueva York, nunca le contestaba, o le decía que tenía que esperar a ver el libro completado. En julio del 32 Sinclair se lo envió. En agosto, aún no había recibido respuesta. Parecía que Fox había perdido interés. Finalmente envió una versión corregida escrita probablemente por la mujer de Fox y muy maquillada. Sinclair se opuso a los cambios a la par que empezaba a buscar editor. En enero de 1933 le dio una última oportunidad a Fox de firmar un acuerdo protegiendo de la acusación de libelo a la editorial que estaba dispuesta a publicar el libro. Ante su silencio, Sinclair decidió autopublicarlo. En febrero de 1933 aparecía Upton Sinclair Presents William Fox. Finalmente, parece que a Fox no le disgustó el libro, porque acabó pagando el total de la suma a Sinclair.

William Fox en el libro de Upton Sinclair

La obra tiene un primer tercio en el que se cuenta la vida de Fox, fundamentalmente a partir de sus propias palabras. Los otros dos tercios, sin demasiado interés en la actualidad, se refieren a la presunta conspiración capitalista para acabar con él.

Es en estos primeros capítulos en los que Fox habla de su militancia socialista en la adolescencia, entre 1892 y 1894. Así lo explica:

«Entre los trece y los dieciséis años fui socialista. El líder del Partido Socialista en Nueva York en esa época era un hombre llamado DeLeon. Lo conocía muy bien y fui su seguidor, y durante las elecciones de esos tres años me subí a cajas de jabón y lancé discursos. En mi mente estaba convencido de que el sistema entonces en curso estaba mal, y que el sistema social adecuado para el mundo debería ser socialista. Despreciaba tanto al capital como a los capitalistas. Por supuesto, esto era durante un periodo en el que todavía no había sido capaz de ahorrar ni un dólar, y mis ingresos eran apenas lo suficiente para llevarme algo a la boca. Entonces empezaron mis ahorros y finalmente en mi cuenta de banco de centavos fui el poseedor de 10 dólares al cambio, con lo que abrí una verdadera cuenta bancaria.
A mis amigos y conocidos, que estaban también luchando y consiguiendo lo justo para llevarse algo a la boca, no había conseguido mencionarles que estaba abriendo una cuenta bancaria. Sabía que si tenía 10 dólares, lo más adecuado que podía hacer era no esconderlo en el banco sino dividirlo entre mis amigos. En cambio, seguí sumando a esta cuenta, hasta que tuve 100 dólares en el banco, y a mí esos 100 dólares me parecían un gran porcentaje del capital del mundo. Después de eso, no podía hacer un buen discurso sobre una caja de jabón. Las cosas que solía decir desde esta caja de jabón eran contrarias a lo que estaba practicando, y cuanto más crecían mis ahorros, más me alejaba de mis principios socialistas. Luego observé que mis amigos y camaradas con los que estaba asociado socialmente y que tenían aproximadamente el mismo salario que yo, y cuyas responsabilidades no eran menores que las mías, gastaban libremente lo que ganaban, mientras yo me negaba a mí mismo muchas cosas. Por tanto, yo tenía un excedente cada semana y lo metía en el banco. Luego se me ocurrió que no eramos iguales, que ellos también podían haber ahorrado algún dinero, y empecé a ver la distinción entre estas gentes diferentes. Como mis fondos seguían creciendo, me encontré un día poseedor de 500 dólares. Por supuesto, hasta entonces no había votado. Era un socialista que hablaba, no uno que votaba. Cuando llegó el momento de mi primer voto, era un capitalista. Mi punto de vista había cambiado completamente. Encontré entonces que mis puntos de vista políticos eran los siguientes: para la política local, era un Demócrata, que es lo habitual en la ciudad de Nueva York, y para la política nacional, era un Republicano».

Y sigue la opinión de Sinclair:

«El Will Fox adulto me contó esta historia con un brillo en sus ojos. Tenía la idea de que de alguna manera me estaba tomando el pelo. Pero al mismo tiempo, yo sabía que él me respeta a causa de las convicciones que mantengo. Y, por raro que parezca, está ansioso por que no lo considere un conservador encubierto. Más tarde les contaré sus ideas sobre reconstrucción social. Varias veces, mientras me las contaba remarcaba: «Ve, señor Sinclair, no he olvidado del todo lo que aprendí de Daniel DeLeon». La verdad es que, como muchos estadounidenses, tiene compartimentos estancos en su cerebro. Puede admirar y defender ardientemente a Herbert Hoover y al mismo tiempo mantener con bastante sinceridad algunas ideas ilustradas sobre planificación social».


Trotsky electricista y extra de cine

Quizá por esta ambivalencia que cita Sinclair, según Vanda Krefft, en una historia muy poco creíble, Fox simpatizaba con los revolucionarios rusos y usó Fox Film para promocionar su causa. Krefft es autora de la biografía más detallada sobre la figura del magnate: The Man Who Made the Movies : The Meteoric Rise and Tragic Fall of Willam Fox. En esta obra se nos recuerda que en una de las películas de su gran estrella, Theda Bara, The Rose of Blood (1917) se describía a los revolucionarios que lanzaban bombas en Rusia como luchadores por la libertad. Y en 1918 realizaron The Firebrand, en la que Theda es una princesa rusa que se enamora de un heroico joven estadounidense partidario de la revolución. La película era anunciada como «¡Gran drama de la democracia!».

Pero, yendo seguramente demasiado lejos en esta línea, según Krefft también financiaba a los revolucionarios. Reproducimos literalmente el fragmento:

«Leon Trotsky llegó a Nueva York a mediados de enero de 1917, exiliado desde España y no deseado en el resto de Europa. «Lo vi por primera vez en el Lower East Side con una copia de Forward bajo el brazo», le dijo Fox a su sobrina Angela Fox Dunn. Le daba pena Trotsky. El gran intelectual parecía muy desgastado. «¡No te daría por él ni 11 dólares, con los zapatos incluidos!»
Aunque Trotsky insistiría en que se había ganado la vida en Nueva York solo como periodista, espías británicos (que lo vigilaban de cerca porque creían que estaba recibiendo dinero alemán) descubrieron que había sido contratado para trabajar como electricista en Fox Film. Según Sheehan, Trotsky también apareció como extra en películas de la Fox y tenía una tarjeta de identificación como empleado de la Fox. La historia es plausible. Trotsky necesitaba el dinero –escribir editoriales socialistas no está muy bien pagado– y le encantaba el cine. Según se dice, para escapar de su triste apartamento en el Bronx, a menudo llevaba a su mujer y sus dos jóvenes hijos a un comedor ruso-judío en la avenida Westchester, sobre el ferrocarril elevado, y luego a ver una película. Por último, según cuenta la tradición familiar, Fox le dio a Trotsky dinero para ayudarle a volver a Rusia en el SS Kristianiafjord el 27 de marzo de 1917, doce días después de la abdicación del zar.»

La base de toda esta información es muy endeble, pues se basa casi exclusivamente en declaraciones de una sobrina de Fox, Angela Fox Dunn, tanto a Vanda Krefft como a otro periodista (Arnold Rogoff, Jan. 30, 1975, 5). La otra fuente, la del supuestamente espía británico que seguía a Trotsky y atestiguaría que recibía dinero alemán y trabajaba como electricista es un libro que no he podido consultar: Arthur Willert, The Road to Safety: A Study in Anglo-American Relations (London: Derek Verschoyle, 1952), 29. La historia sobre la tarjeta de identidad en Fox Films en otro dudoso artículo: Kingsley, «Christmas in the Colony», Los Angeles Times, Jan. 17, 1926, J5.

Kenneth D. Ackerman tiene todo un libro dedicado a la estancia de Trotsky en Nueva York –Trotsky in New York, 1917: A Radical on the Eve of Revolution–, e incluye un capítulo sobre todas estas teorías, «Conspiracy Theories», que empieza así:

«La visita de Trotsky a Nueva York generó una superabundancia de mitos y teorías conspirativas. Escritores y chismes han retratado a Trotsky en Manhattan como sastre, camarero, electricista, truquista publicitario, incluso actor de cine. Un artículo del Herald Tribune de 1932 identificaba a Trotsky como un extra pagado a 5 dólares el día en una película de Vitaphone filmada en Brooklyn titulada My Official Wife, aunque la foto granulada de la aparición en pantalla del supuesto Trotsky se parece poco al comunista ruso de la vida real y la película en realidad se estrenó en 1914, tres años antes de la visita de Trotsky. Otro escritor insistía en que Trotsky había compuesto publicidad en yiddish para un productor de la escena de Nueva York llamado Morris Gest para su producción bíblica de 1917 The Wanderer, a pesar del pobre nivel de yiddish de Trotsky y su desdén por todo lo religioso.
Pero las teorías conspirativas han sido más persistentes, y la etapa de Trotsky en Nueva York ha creado cuatro principales: la alemana, la judía, la británica y la estadounidense –todas ellas respecto a su regreso a Rusia–.»

Lo dejamos aquí recomendando el libro de Ackerman para conocer mejor cada una de estas teorías y sus puntos débiles.

Bibliografía

Vanda Krefft. The Man Who Made the Movies : The Meteoric Rise and Tragic Fall of Willam Fox. Nueva York: HarperCollins, 2017.

Upton Sinclair. Upton Sinclair Presents William Fox. Los Angeles: publicado por el autor, 1933.

Kenneth D. Ackerman. Trotsky in New York, 1917: A Radical on the Eve of Revolution. Berkeley: Counterpoint, 2016.

Matewan, de John Sayles (1987)

Como vimos en nuestra entrada anterior, una de las películas radicales perdida, realizada en los años 20 fue The Contrast (1921), inspirada en la lucha sindical minera que se desarrolló en las montañas del Oeste de Virginia a principios de los años 20, etapa conocida como ‘Las guerras del carbón‘, y que culminó con la Batalla de Blair Mountain. En esta última ‘batalla’, los mineros fueron derrotados por la fuerza combinada de agentes policiales, matones de la patronal y el ejército de los EEUU. De hecho, muchos mineros habían servido en el ejército durante la Iª Guerra Mundial, y no querían disparar a sus antiguos compañeros. Las tropas fueron enviadas por el presidente Calvin Coolidge para ayudar a aplastar la rebelión e impedir su extensión a otras áreas del país. Es considerada la rebelión armada más importante desde los tiempos de la Guerra Civil estadounidense.

La ‘guerra’ tuvo dos partes, siendo la primera de ella lo sucedido en el pueblo minero de Matewan, cuando en un tiroteo el 19 de mayo de 1920 murieron diez personas, la mayoría miembros de la agencia de detectives contratada como ‘servicio de seguridad’ por la compañía minera. Uno de los protagonistas del tiroteo, muerto en él el alcalde, también a favor de los mineros, fue el sheriff, Sid Hatfield. Cuando las autoridades de Virginia Occidental decidieron acusarlo de asesinato, los mineros organizados en la sección local 323 de la United Mine Workers’ Union (UMW) contrataron una compañía cinematográfica que realizó una película en un rollo alabando al sheriff: Smilin’ Sid. La película reproducía el tiroteo desde el punto de vista de los mineros, y fue exhibida en las colonias de tiendas de los mineros en huelga expulsados de sus hogares por la patronal. Como contábamos también en nuestra entrada anterior, cuando la UMW intentó que fuese exhibida en una sala de cine en Princeton (VO), el sheriff local se opuso temiendo disturbios. Finalmente la única cinta existente fue robada por un miembro de la empresa de detectives Baldwin-Felts, los implicados en el tiroteo. En agosto de 1921 forzaron otro juicio al sheriff Hatfield en una zona totalmente controlada por la patronal. Fue una encerrona. A él y al compañero que le acompañaba, los mataron en las puertas del juzgado. La indignación que esto despertaría, sería uno de los elementos que llevó a la radicalización y a la batalla de Blair Mountain.

Minero con el fusil al hombro.

También decíamos que el robo de la película y la absolución de los asesinos del sheriff llevó a su hermano, C. Willis Hatfield, y a los miembros de la sección local 323 de la UMW de Matewan, a elaborar un guion en siete bobinas «en torno al asesinato de Sid Hatfield». Su plan era llevar «la lucha entre los mineros de Virginia Occidental y los patrones con sus pistoleros» a la atención de la audiencia nacional. Willis viajó a Seattle en abril de 1923 con la esperanza de que la FFC produjese la película. Cuando vio que no era posible acudió a la estrella de cine William s. Hart, quien mostró interés en el proyecto, junto con una compañía inglesa. Pero finalmente el proyecto no cuajaría. No sería hasta 1987 cuando el director y guionista John Sayles realizaría una estupenda película de ficción basada en estos hechos: Matewan.

Y esta es la película que presentamos hoy. Nunca mejor ocasión, pues estamos en el centenario de la batalla de Blair Mountain…

Matewan, uno de los pocos ejemplos de cine de izquierda en el circuito comercial en los EEUU, tuvo muy buenas críticas, pero muy mala recaudación. La versión que hemos podido localizar está exclusivamente en inglés, pero se pueden activar los subtítulos generados automáticamente en inglés. En Emule se puede encontrar una versión en inglés con subtítulos en inglés y en castellano.

Como complemento a la película paso algunos otros vídeos que creo pueden resultar interesantes.

En primer lugar, una reconstrucción que ya presentamos en nuestra última entrada sobre cómo hubiera podido ser la película que rodaron los mineros en homenaje a Smilin’ Sid tras el tiroteo:

Y un par de vídeo explicando lo sucedido. En primer lugar, The Battle of Matewan: 100 Years Later (Episode 1). En inglés con subtítulos en inglés:

Seguido por una segunda parte con los acontecimientos posteriores, The Battle of Blair Mountain (Season 2, Episode 1). En inglés con subtítulos en inglés:

Viendo alguno de estos vídeos por cierto, aprendí el origen de la expresión ‘red neck’. En realidad la usaban los mineros durante el conflicto para identificarse, porque iban con una pañuelo rojo anudado al cuello. Sería más tarde cuando adquiriría el significado peyorativo que conocemos como ‘paleto blanco racista’.

Y para terminar, un pequeño vídeo en el que los actores de la película, con motivo del centenario de Blair Mountain, piden ayuda para mantener el West Virginia Mine Wars Museum. Recordemos que los mineros superaron las barreras raciales y étnicas. Muchos de los mineros eran negros o italianos. Uno de ellos, como en la película, inicia su participación en el vídeo cantando a capella Bandiera rossa

Cine militante estadounidense desde la Iª Guerra Mundial a la llegada del sonoro

Entrada publicada originalmente en Espai Marx.

Vimos en entradas anteriores la aparición de una especie de subgénero sobre las relaciones ‘capital-trabajo’ en el primer cine estadounidense y las primeras experiencias organizativas militantes en esta cinematografía. Hoy vamos a continuar con la evolución de este cine militante desde el final de la 1ª Guerra Mundial hasta la aparición del sonoro.

Al finalizar la contienda, pero especialmente tras la revolución de Octubre, en Estados Unidos se desata una ola de histeria anticomunista y antianarquista conocida como el Primer Temor Rojo (First Red Scare). El segundo sería el maccarthismo posterior a la 2ª Guerra Mundial. En esta primera oleada, el movimiento revolucionario, pero también el sindical en general, recibe un duro ataque tanto por parte de la patronal como del estado. El periodo se caracterizó por una retórica inflamada, detenciones ilegales y la deportación de varios cientos de militantes radicales. También se limitaron las libertades de expresión y reunión e incluso se expulsó de la Asamblea de Nueva York a sus cinco diputados socialistas. La retórica antiinmigración se basaba en la consideración de los emigrantes del sur y el este de Europa como una amenaza al ‘modo de vida americano’. Recordemos que una de sus consecuencias más trágicas sería la ejecución en 1925 de los anarquistas Sacco y Vanzetti.

A esto se unió una cierta radicalización de las luchas obreras con experiencias como la huelga general en Seattle de 1919 y la respuesta de la población negra a diversos incidentes racistas en el Verano Rojo de 1919. Se acusaba a los bolcheviques de incitar a los negros a unirse a los radicales.

No obstante, tras la derrota, el resultado final de todo este proceso sería un retroceso del movimiento obrero y de la afiliación sindical.

Mientras tanto en el mundo del cine se había producido la definitiva consolidación de Hollywood como la principal área de producción cinematográfica mundial y la taylorización de sus métodos de trabajo en los grandes estudios. Estos colaboraron con gran entusiasmo en la agresiva campaña contra cualquier actividad sindical en general y contra los comunistas y anarquistas en particular. Si en los primeros años en el género ‘capital-trabajo’ había diferentes enfoques sobre esta cuestión, ahora en la producción sería totalmente predominante la visión más conservadora con la divulgación de los bulos más increíbles: la ‘socialización’ obligatoria de las mujeres en la Rusia soviética (The New Moon, The World and Its Woman), los pérfidos intentos bolcheviques de agitar a los pacíficos trabajadores estadounidenses a revueltas sangrientas y atentados terroristas (Dangerous Hours, The Burning Question, The Volcano, Bolshevism on Trial, The Red Viper), etc.

El típico bolchevique socializando una mujer… (The New Moon, 1919)

Los sectores más organizados del movimiento obrero intentaron contrarrestar esta campaña con escasos pero interesantes intentos de organizar su propia producción y distribución cinematográfica. Veamos los ejemplos más significativos. Como en toda esta serie, nuestra fuente primordial será el libro de Ross que citamos en la bibliografía final.

MOTIVE MOTION PICTURE COMPANY (MMPC)

En el verano de 1918 la Hermandad de Trabajadores del Ferrocarril (Brotherhood of Railway Trainmen) decidió la compra de un estudio de Hollywood. El objetivo era producir noticiarios y películas de ficción para «moldear la opinión pública en beneficio del Trabajo Organizado y generar reformas por la presión de la opinión pública». Aunque nominalmente estaba dirigida por los sindicalistas George Williams (presidente) y Ben Lyon (secretario-tesorero), en realidad el alma del proyecto era David Horsley.

David Horsley, fundador de la Motive Motion Picture Company

Horsley había empezado a hacer cine en 1907 en un estudio de New Jersey y fue el primer propietario de un estudio en Hollywood en 1911, el Nestor Studio. Un año más tarde se uniría a Carl Laemmle para crear Universal. Horsley se consideraba socialista influido por la lectura de una de las obras de Upton Sinclair.

En 1918 el futuro de los ferrocarriles estaba en discusión tras haber sido puesto bajo el control gubernamental durante la guerra. El propósito de la MMPC era ir vendiendo acciones de la compañía entre las diversas filiales del sindicato, para abogar por la nacionalización de los ferrocarriles y el aumento de salarios.

La compañía inició rápidamente una campaña de propaganda contactando con Upton Sinclair para que escribiese una serie en veinte partes sobre «las luchas del trabajo organizado para conseguir justicia y un salario que permita vivir». También contrató a Francis Ford, un productor con experiencia, para la realización de sus películas.

A finales de 1918 se habían vendido acciones por valor de varios miles de dólares. En marzo de 1919 se estrenó su primera producción, un noticiario con el desfile para el ‘Control gubernamental’ realizado por los trabajadores del ferrocarril de Los Angeles en el aniversario de Washington. En junio de ese año, la Brotherhood of Railway Trainmen aprobó una resolución para apoyar oficialmente a la compañía. Se instó también a los delegados de la convención de la AFL a que apoyasen también el proyecto.

A pesar de todos estos antecedentes prometedores, el proyecto acabó en un fiasco y nunca llegó a realizarse ninguna película. La captación de fondos había resultado insuficiente y la dedicación de Horsley al proyecto estuvo más centrada en sus propios intereses –incluido aprovecharse de chicas a cambio de promesas de trabajo en el cine– que en la organización de la empresa, en manos de Williams y Lyon sin ninguna experiencia en este campo. Para marzo de 1920 el proyecto podía considerarse muerto.

FEDERATION FILM CORPORATION (FFC)

Entre el 6 y el 11 de febrero de 1919 se produjo en Seattle, en el estado de Washington, una huelga general en la que participaron más de 65.000 trabajadores. Aunque el objetivo era fundamentalmente económico, acabar con la limitación de salarios que se había impuesto durante la 1ª Guerra Mundial, el gobierno, la prensa y parte del público estadounidenses lo vieron como un primer paso para una revolución socialista en el país. De hecho, es cierto que parte de los trabajadores estaban profundamente radicalizados e influenciados por los acontecimientos en Rusia. Para frenar la huelga, se impusieron duras medidas policiales y los dirigentes obreros prefirieron desconvocar ante la histeria desatada. Esto no impidió que en una película de la época, The World Aflame (1919), se presentase la huelga como la obra de agitadores bolcheviques y terminase con los capitalistas y los sindicalistas leales uniéndose para derrotar a los rojos.

Quizá motivados por esta propaganda en contra, en noviembre de 1919 los sindicalistas de Seattle iniciaron lo que ellos llamaron «un movimiento del siglo XX para la emancipación del trabajo» creando la Federation Film Corporation (FFC). El objetivo, usar las películas para «demostrar el ánimo constructivo del trabajo y combatir la propaganda contra los sindicatos que extienden ahora empleando intereses y capitalistas en un esfuerzo por reducir de nuevo a los trabajadores a un estado de esclavitud por el salario».

Los trabajadores de Seattle estaban en la vanguardia organizativa del país y utilizaron su amplia experiencia en la gestión de cooperativas. A finales de 1919 los sindicatos poseían allí un periódico, una asociación de ahorros y préstamos, varias salas de reunión, una sala de cine e incluso una empresa para la intermediación de acciones. Como la MMPC, la FFC era una sociedad de acciones «con propiedad y control de las organizaciones trabajadoras». La empresa se centró en conseguir fondos de organizaciones obreras de la ciudad y el estado.

John Arthur Nelson

Aunque estaba en manos de los dirigentes sindicales, se contrató a un profesional de Hollywood, John Arthur Nelson, para planificar y supervisar las producciones. Nelson, también con inclinaciones socialistas, había sido guionista, productor y director para Universal y Warner. Tenía su propia compañía y había publicado el libro The Photoplay: How to Write, How to Sell. Durante el invierno de 1919-1920 Nelson se dedicó a acudir a reuniones sindicales para publicitar el proyecto y vender acciones. Se planteaba, incluso, llegar a construir un estudio en Seattle.

En la primavera de 1920 se inició en Hollywood el rodaje de la primera película de la empresa: The New Disciple. En noviembre de 1920, un año después de su fundación, Nelson pudo mostrar la película a la junta directiva de la empresa. En mayo de 1921, la película se estrenaba en una sala de primera clase de Seattle y seis meses después conseguía que se estrenase en uno de los principales cines de Broadway.

El nuevo discípulo – The New Disciple (1921)

Gracias a sus contactos en la industria, Nelson consiguió reunir un grupo muy profesional de cineastas para la elaboración de su película: William Pigott, colaborador en más de 250 películas, y el mismo Nelson, como guionistas; el antiguo productor Ollie Sellers como director; Pell Trenton, que acababa irónicamente de rodar una película antibolchevique, como actor protagonista masculino y Noris Johnson, que había trabajado con Ince y Goldwyn, como protagonista femenina. En otros papeles, Alfred Allen, Margaret Mann y Walt Whitman.

The New Disciple (1921)

La película se inicia en la pequeña ciudad de Harmony, en la que esa es precisamente la situación que predomina en las relaciones entre el propietario de la fábrica, Peter Fanning, y sus empleados. John MacPherson, el hijo de un trabajador de la fábrica, se enamora de Mary Fanning, la hija del dueño, y es correspondido.
La armonía se rompe cuando estalla la guerra y Fanning se convierte en un especulador avaricioso ante las oportunidades de beneficio surgidas –es un nuevo discípulo de la riqueza sin sentido ni límite–, su mujer en una decadente líder de sociedad y John en un soldado que va a luchar por la paz y la democracia.
Cuando John vuelve al terminar la guerra, descubre las crecientes hostilidades entre clases en su ciudad. Las tensiones se disparan por la aparición de un agitador. Pero a diferencia de lo que solía suceder en este tipo de películas, en esta ocasión no se trata de un bolchevique o un líder sindical, sino un espía de un Trust competidor que se presenta como amigo de Peter pero en realidad pretende echarlo del negocio. El espía lo convence para que no ceda ante las justas demandas de sus trabajadores por un mejor salario y responde a una huelga con el lockout. También a diferencia de lo habitual, los trabajadores no son una turba amenazante sino que discuten calmadamente la situación. La situación se presenta, no obstante, con crudeza: el hambre de los hijos de los trabajadores, los intentos de Fanning por romper la huelga echando a los trabajadores de sus viviendas y utilizando esquiroles y matones, etc. Ante la firmeza de los trabajadores, la huelga y el lockout llevan a Fanning a la bancarrota, y el Trust rival se dispone a comprar y después desmantelar su fábrica. Pero en este momento, John, presentado como ‘radical’ durante toda la película, plantea que la respuesta se encuentra en las cooperativas de trabajadores –siguiendo el ejemplo de Seattle–. John convence a los huelguistas y a los campesinos locales, que perderían sus clientes si la fábrica cerrase, a unir su capital y organizar una cooperativa. Vuelve la felicidad cuando la cooperativa consigue comprar la fábrica y el arrepentido Fanning, comprendiendo su error, acepta el matrimonio de Mary y John. (Resumen basado en la descripción en el libro de Ross)

A pesar del éxito, y de que la película fuese vista por más de un millón de espectadores, los grandes costes que suponía la realización de una película y el mucho tiempo necesario para recuperar la inversión supusieron un problema insuperable para la compañía. La propuesta de realizar una serie de noticiarios, The Labor News Weekly, ni siquiera llegaría a arrancar. Pronto empezó a haber malestar entre los inversores, y cuando se hundió la Seattle Union Theater Company (SUTC), a la que la FFC estaba muy ligada, el futuro de la compañía estuvo sentenciado. El propio Nelson abandonaría la compañía a principios de 1925 para publicar una revista, The National Pictorial.

LABOR FILM SERVICES (LFS)

En marzo de 1920 se inicia en Nueva York uno de los proyectos más ambiciosos de cine militante en los EEUU. Se crea la Labor Film Services (LFS) con el objetivo de producir y distribuir películas de ficción, cortometrajes y noticiarios «que retraten la vida del trabajador en las minas, en los suburbios, en las granjas, en las vías de ferrocarril, en los piquetes, etc.». Una vez más se trataba de una compañía con acciones, aunque se reservaba siempre un mínimo del 51 por ciento controlado por organizaciones obreras y radicales.

En junio de 1920 la junta directiva contrata como ‘director de campo’ a Joseph D. Cannon, un veterano militante radical de origen minero, dirigente sindical y candidato socialista entre 1916 y 1920. Rápidamente Cannon consiguió el apoyo de organizaciones judías, italianas e irlandesas de Nueva York, así como de numerosas personalidades izquierdistas, actores socialistas y el sindicato IWW. En lugar de esperar a conseguir dinero para su primera producción, Cannon se propuso empezar rápidamente con un noticiario, que se estrenaría en julio. Se trata de Animated Labor Review, cubriendo «todas las fases de la vida de un trabajador en el taller, la fábrica, en su sindicato, durante las huelgas, y en el piquete». El resultado fue inmejorable y se consiguió una gran venta de acciones y la donación de material filmográfico por parte de un admirador. En octubre se estrenó otro noticiario, A Watcher at the Polls, durante la campaña de Cannon para gobernador en Nueva York. En la película se enseñaba a los espectadores de origen extranjero cómo votar y detectar los fraudes electorales.

Poco después llegaría el proyecto y el dinero para la realización de un largometraje gracias a otro veterano radical, John W. Slyton, líder sindical de los carpinteros y también militante socialista. Este había estado reuniendo dinero por su cuenta para la realización de una película, que ofrecía ahora al FFS a cambio de completar la financiación y encargarse de su distribución. El resultado sería la película The Contrast.

Material de la LFS con un cartel de la película The Contrast. (Fuente de la imagen)

El contraste – The Contrast (1921)

Nido de ametralladora de los mineros durante la ‘batalla de Blair Mountain’.

El Contraste estaba inspirada en la dura lucha sindical que se desarrolló en las montañas del Oeste de Virginia a principios de los años 20, etapa conocida como ‘Las guerras del carbón‘, culminando en la Batalla de Blair Mountain, un acontecimiento histórico crucial en el que miles de mineros del carbón de los Apalaches, en el verano de 1921, tomaron las armas para oponerse a las prácticas cada vez más brutales y corruptas con las que eran explotados por las compañías mineras. En la batalla, los mineros fueron derrotados por la fuerza combinada de agentes policiales, matones de la patronal y el ejército de los EEUU, enviado por el presidente Calvin Coolidge para ayudar a aplastar la rebelión e impedir su extensión a otras áreas del país.
La película se estructura, como indica su título, en torno a los contrastes entre los trabajadores y sus jefes, tanto desde el punto de vista de las condiciones en que viven como respecto a su moralidad respectiva. Por ejemplo, en la película aparecen escenas de un perro mimado perteneciente a una familia rica comiendo mejor que el hijo de un minero. Pero la parte principal trata de los ataques que sufrieron en la propaganda de la época presentando a los mineros como una turba fuera de control. Aquí se presentan como víctimas pacíficas y cumplidoras de la ley de la violencia antihuelga. La película termina de manera muy distinta a lo que sucedió en realidad, pues los trabajadores acaban consiguiendo sus demandas gracias a su determinación y solidaridad. (Información basada casi totalmente en la traducción de la entrada correspondiente a esta película en Film and the American Left: A Research Guide, p. 16-17)

La película estuvo dirigida por Guy Hedlund, ‘discípulo’ de Griffith y quizá por ello siguiendo su estilo de montaje paralelo contrastado.

Tras el éxito de esta película estaba previsto el rodaje de un guion escrito por Upton Sinclair para el MMPC, The Brotherhood of the Rails y una nueva reedición de The Jungle. Desgraciadamente, ninguno de los dos llegaría a buen puerto. Problemas similares a los que hemos visto con la FFC arruinarían el proyecto. No hubo dinero para la realización de la película sobre el guion de Sinclair y las copias de The Jungle resultaron tener muy escasa calidad técnica, y fueron rechazadas por algunos exhibidores. Sinclair, muy molesto, retiraría el permiso de distribución y se encargaría a partir de entonces de exhibir él mismo la película. Uno de los factores más determinante, por otra parte, fue el endurecimiento de la censura, que prohibiría y obligaría a numerosos cambios en las copias exhibidas. En Kansas, fue el propio fiscal general del estado el que defendió en juicio la prohibición de la exhibición de The Contrast. Al final, el propio Cannon, obligado a encontrar un trabajo complementario para mantener a su familia, fue abandonando progresivamente el proyecto.

AMERICAN FEDERATION OF LABOR (AFL)

Molestos sin duda por la imagen de los sindicatos en las películas de la época, los delegados de la convención de la AFL de 1921 respondieron ordenando al Consejo Ejecutivo que investigase la viabilidad de abrir un estudio de cine y una cadena de salas cinematográficas para mostrar películas que retratasen «los verdaderos principios, objetivos y actividades del trabajo organizado». Aunque el conjunto del proyecto se consideraría finalmente demasiado costoso, y la mayoría de los dirigentes sindicales no veían demasiada utilidad a destinar recursos a esta actividad, al menos se concretó en la realización de una película en 1925, Labor’s Reward.

La recompensa del trabajo – Labor’s reward (1925)

La película se produjo como parte de la campaña «sello del sindicato» de mediados de los años 20, en la que se animaba a los consumidores –incluidos los miembros del propio sindicato– a consumir productos hechos en empresas con trabajadores sindicados. La película fue promovida por el jefe de departamento del Union Label Trades John J. Manning y rodada en los estudios Rothacker Film de Chicago con actores profesionales.

La película comienza mostrando escenas de esclavitud en la Antigüedad, con la clara implicación de que los trabajadores modernos, sin el apoyo de los sindicatos, estarían en condiciones muy similares. La historia avanza hasta la actualidad, centrándose en Mary, trabajadora de una encuadernadora acosada por sus amos. Se muestra repetidamente el contraste entre las condiciones de trabajo y de vida entre quienes están sindicados y quienes no. Cuando agotada por el trabajo Mary se desmaya y es enviada a casa sin paga, su amiga Ann pide a la encargada que le de a Mary una carga menos pesada, lo que supone su inmediato despido. Los compañeros de Ann van a la huelga en solidaridad con la compañera despedida jurando «no volver al trabajo hasta que las condiciones mejoren». Todos socorren a Mary y su padre inválido. Tom ayuda a las mujeres a organizar un sindicato y ganar la huelga, pero, a la vez, se muestra la importancia de un consumo responsable. Cuando Mary le pregunta a Tom si su sombrero nuevo lleva el sello del sindicato, este comprende su error y promete cambiarlo por otro fabricado por trabajadores sindicados.

INTERNATIONAL WORKERS’ AID (IWA)

Conocida originalmente como los Amigos de la Rusia Soviética, la organización fue fundada por radicales y filántropos izquierdistas en Nueva York en agosto de 1921 para conseguir dinero y ropa para las víctimas de la hambruna en Rusia. Meses más tarde, contrataría a William F. Kruse para hacer películas y noticiarios sobre la vida en la Unión Soviética. Kruse, más tarde conocido como ‘el cámara de los comunistas estadounidenses’, era un militante sindical y socialista interesado desde muy pronto por el cine.

Utilizando noticiarios soviéticos y algunas grabaciones realizadas por él y otros comunistas estadounidenses, Kruse produjo diversos documentales: Russia through the Shadows (1922), The Fifth Year (1923), Russia in Overalls (1923), Russia and Germany: a Tale of Two Republics (1924) and Prisoners for Progress (1925). La IWA sería también la distribuidora de películas de ficción rusas en los EEUU de principios de los años 20, como Polikushka y El comandante Ivanov.

No disponiendo de una partida inicial para la realización de películas, los objetivos de Kruse eran mucho más modestos que los de la FFC o la LFS, pero, probablemente, más exitosos. En lugar de intentar llegar a las grandes salas de cine, se esforzó por contactar con diferentes grupos étnicos y de clase obrera: zonas mineras, pequeñas ciudades industriales, etc. En el otoño de 1925 la red de distribución llegaba a 250 localidades con un público medio por película de 100.000 espectadores.

Alfred Wagenknecht en 1918

En 1927, por una disputa interna entre comunistas estadounidenses, Kruse abandonó el partido y la IWA. Sería sustituido por Alfred Wagenknecht, uno de los fundadores del Communist Labor Party y miembro después del partido unificado. A Wagenknecht se le encargó, tras la salida de Kruse, la gestión de la filial estadounidense de la International Workers’ Aid, ahora denominada Ayuda Internacional de los Trabajadores (Workers International Relief [WIR]). Adjunta a la Internacional Comunista, y a no confundir con el Socorro Rojo Internacional, que tenía otra intención, esta organización se caracterizó por su gran dedicación a las tareas de agitación y propaganda, magistralmente orquestadas a nivel internacional por el alemán Willy Münzenberg. Wagenknecht no tenía experiencia previa en el cine, pero había sido fundador del periódico del partido Daily Worker, así que era muy consciente de las posibilidades de los nuevos medios.

La WIR se especializó en la creación de documentales, extremadamente populares y exhibidos en el 85-90 por ciento de las salas de cine. Pero además de esta producción, realizaría tres películas de carácter semidocumental: The Passaic Textile Strike en 1926 –la única que se ha conservado–, The Miners’ Strike en 1928 y The Gastonia Textile Strike en 1929.

La huelga textil de Passaic – The Passaic Textile Strike (1926)

La película se considera un puente entre los melodramas de las primeras películas militantes y el realismo social que dominaría el cine radical en los años 30. La película fue producida por Alfred Wagenknecht y dirigida por el fotógrafo Sam Russack. En sus siete bobinas se muestra la lucha de 16.000 trabajadores en huelga de una fábrica textil de Nueva Jersey. La película se inicia con escenas rodadas en estudio en las que se explican las causas que llevaron a la huelga. Stefan y Kata Breznac emigran desde Polonia para llegar a la «Tierra de las Oportunidades solo para descubrir la opresión industrial y una amarga lucha». Las siguientes escenas muestran a los Breznac como gentes que intentan ser buenos americanos. Pero vemos que sus esfuerzos son inútiles frente a los repetidos recortes de salario en las fábricas textiles. Las escenas familiares muestran el interior real de las viviendas de Passaic. Vemos una sola habitación que se desmorona ante nuestros ojos, la pintura se cae a pedazos y las paredes ceden.
Stefan muere por exceso de trabajo, su hija es violada por el gerente de la fábrica y su viuda Kata se ve obligada a convertirse en cabeza de familia y ganar el pan. La película cambia entonces a imágenes reales de la lucha de los trabajadores de la fábrica por la sindicación y un nivel de vida decente. «Reunimos personal de los huelguistas y fotografiamos los sucesos reales», explicaba el productor Wagenknecht. Estas escenas documentales ofrecen una clara refutación de las imágenes en contra de los trabajadores de las películas de Hollywood. Las caricaturas de hombres desaliñados en reuniones caóticas son reemplazadas por escenas de reuniones sindicales reales que son pacíficas, en la que los asuntos se discuten con orden por hombres y mujeres vestidos correctamente. El liderazgo se muestra como una experiencia colectiva, con trabajadores mujeres, negros, hispanos y de la Europa central y del este dirigiéndose a la multitud y marchando en las manifestaciones. Las fuerzas del estado, no los trabajadores, aparecen como los instigadores de la violencia y la ilegalidad. Escenas rodadas desde los tejados muestran a la policía cargando contra líneas de piquetes de pacíficos huelguistas y golpeándolos hasta que la sangre cubre sus caras. La película termina en septiembre de 1926, cuando el liderazgo de la huelga se une a la United Textile Workers’ Union de la AFL. La huelga real terminó en noviembre de 1926, cuando las fábricas Botany aceptaron eliminar los recortes de salario y garantizar el reconocimiento de la afiliación sindical. (Información basada fundamentalmente en el texto de Ross).

La huelga de los mineros – The Miners’ Strike (1928)

The Miners’ Strike era una crónica de dieciséis meses de lucha por parte de 150.000 mineros y sus familias en las minas de carbón de Ohio y Pennsylvania. Producida por Wagenknecht y rodada por Sam Burke, la película de siete bobinas se hizo en cooperación con el comunista National Miners’ Relief Committee, la organización que ayudó a los mineros cuando la United Mine Workers’ Union rechazó luchar contra el recorte de salarios.
La película mostraba a hombres trabajando en la profundidad de la mina, «catástrofes reales en minas en las que estaba prohibida la sindicación que acabaron con centenares de vidas» y la pobreza a la que se enfrentaban las familias forzadas a vivir en tiendas al ser expulsadas de sus viviendas. También mostraba la violencia de la patronal y la policía contra los mineros y sus familias. Pero estos no aparecían solamente como víctimas: también se incluían grabaciones de sus «desfiles y mítines de masas», de los esfuerzos cooperativos en las colonias de tiendas de campaña, de la lucha contra los guardias de la mina y de «los hijos de los mineros abordando a un esquirol y golpeándolo con puños, palos y piedras». (Ross 220-221)

La huelga textil de Gastonia – The Gastonia Textile Strike (1929)

Un año después, 1700 trabajadores textiles en Gastonia, Carolina del Norte, empezaron una huelga para protestar por el aumento de la carga de trabajo y el recorte salarial. Organizadores del WIR, acompañados por el cámara Sam Brody, viajaron a Gastonia en julio de 1929 para ayudar en las tareas de socorro y para documentar la huelga.
La película, de una bobina, intentaba provocar la ira con escenas de la policía y la Guardia Nacional aterrorizando a los piquetes de mujeres y niños, turbas armadas demoliendo las sedes de los sindicatos y familias «viviendo en la calle tras haber sido expulsados de las casas propiedad de la compañía». La película contenía también escenas gráficas de las «miserables condiciones de los asentamientos de los trabajadores y retrataba el aspecto demacrado de los trabajadores de la fábrica, muchos de los cuales sufrían de pelagra» (Ross, 221-222).

Una de las últimas víctimas de la represión de esta huelga, asesinada por pistoleros de la patronal, sería Ella May Wiggins (conocida también como Ella Mae Wiggins), a la que Woody Guthrie denominaría «la pionera de la balada protesta» y algunas de cuyas canciones serían más tarde interpretadas por Pete Seeger: «Mill Mother’s Lament», «Chief Aderholt» o «The Big Fat Boss and the Workers». Aquí tenemos una interpretación de la primera:

OTRAS EXPERIENCIAS

El declive de la WIR y el hundimiento de la LFS y la FFC no supuso el final del cine militante obrero. Aunque ningún grupo consiguió emular lo realizado por estas organizaciones, siguió habiendo experiencias diversas a lo largo de todo el país durante el resto de los años 20.
Pero ya ninguna de ellas sería cine de ficción intentanto competir con Hollywood en su mismo terreno. La mayoría serían cine documental o noticiarios. Así, en 1925, la Typographical Workers’ Union (ITU), produciría un documental en tres bobinas, His Brother’s Keeper, en la que se contrastaba la situación de los trabajadores en décadas anteriores con los numerosos beneficios que disfrutaban en la actualidad los asociados al sindicato.
En una visión menos idílica, Alfred Hoffman, un organizador sureño de la United Textile Workers of America, produjo un duro documental en 1927 en el que se documentaba una huelga textil en Henderson, Carolina del Norte. La muy polémica película en un rollo de Hoffman, «captaba toda la atmósfera de la lucha: el joven trabajador del algodón incitando a la multitud a no abandonar la lucha por un aumento de salario del 12,5 por ciento, la valla de acero electrificada con alto voltaje… y las ametralladoras de la Guardia Nacional de Carolina». Las imágenes habituales de benevolencia de la patronal contrastaban aquí con escenas de «caminos de vacas llenos de barro; las chabolas [propiedad de la compañía] en las que en un tercio había goteras. Sin fontanería, por lo que la gente tenía que caminar un cuarto de milla para ir al pozo».

Uno de los esfuerzos más ambiciosos lo llevaron a cabo miembros de la sección local 323 de la United Mine Workers’ Union (UMW). Ya hemos hablado de las guerras del carbón en los Apalaches al referirnos a The Contrast. Decíamos que las autoridades locales normalmente estaban siempre del lado de la patronal, pero hubo una excepción. En Matewan tanto su alcalde como el sheriff, Sid Hatfield, estaban del lado de los mineros y enfrentados con los matones de la patronal. En un tiroteo el 19 de mayo de 1920 hubo diez muertos, entre ellos el alcalde, Cable Testerman. Cuando las autoridades de Virginia Occidental decidieron acusar a Hatfield de asesinato, los mineros decidieron contratar a una compañía cinematográfica para alabar el valor del sheriff. La película documental en un rollo, Smilin’ Sid, reproducía el tiroteo con los agentes de Baldwin-Felts al servicio de la patronal, y fue mostrada en colonias de tiendas de campaña de los huelguistas por todo el estado. Cuando la UMW intentó que fuese exhibida en una sala de cine en la pequeña ciudad de Princeton, Virgina Occidental, donde se encontraba la sede de Baldwin-Felts, el sheriff local se opuso temiendo disturbios. La película tuvo tanto éxito elevando la moral de los huelguistas que un detective de Baldwin-Felts robó la única copia. En agosto de 1921, matones de esta misma compañía asesinarían a Hatfield cuando asistía desarmado a un juicio.
El robo de la película y la absolución de los asesinos del sheriff llevó a su hermano, C. Willis Hatfield, y a los miembros de la sección local 323 de la UMW de Matewan a elaborar un guion en siete bobinas «en torno al asesinato de Sid Hatfield». Su plan era llevar «la lucha entre los mineros de Virginia Occidental y los patrones con sus pistoleros» a la atención de la audiencia nacional. Willis viajó a Seattle en abril de 1923 con la esperanza de que la FFC produjese la película. Cuando vio que no era posible acudió a la estrella de cine William s. Hart, quien mostró interés en el proyecto, junto con una compañía inglesa. Pero finalmente el proyecto no cuajaría. No sería hasta 1987 cuando el director y guionista John Sayles realizaría una estupenda película de ficción basada en estos hechos: Matewan.

Y una reinterpretación contemporánea de cómo hubiera podido ser el documental original, Smilin’ Sid:

DISTRIBUCIÓN Y EXHIBICIÓN
Una cosa era producir películas y otra que finalmente pudiesen ser exhibidas en salas de cine. El acceso a las más importantes resultaba complicado tanto por la censura como por la política de contratación en bloque que solían hacer las salas, la mayor parte de ellas propiedad de los grandes estudios de Hollywood, por otra parte.
Incapaces de encontrar distribuidoras a nivel nacional, la LFS, la FFC y la IWA/WIR comercializaron sus propias películas, ya fuese vendiendo los derechos a distribuidores en los diferentes estados, llegando a acuerdos con exhibidores independientes, o bien organizando sus propias proyecciones. La FFC y la LFS, por ejemplo, crearon filiales en varias ciudades y contrataron agentes en busca de exhibidores locales. Nelson consiguió contratos en Washington, Canadá, Nueva York, Oklahoma, California y Montana y Cannon, que hizo una campaña de correo directa a más de 40.000 exhibidores independientes, sindicatos y organizaciones comunitarias consiguió respuestas positivas «desde Barbados hasta la Columbia Británica y desde Cochrane hasta Ciudad de México».
Pero la mejor forma de distribuir y exhibir estas películas acabaría siendo la creación de un sistema alternativo basada en las redes de organizaciones sindicales, radicales y étnicas. A finales de 1923, 104 filiales de la IWA y 200 organizaciones –incluidos «Comités de Sindicatos de Amas de Casa»– funcionaban como distribuidoras locales de cine militante. La AFL se organizó por su cuenta dividiendo el país en cinco distritos y asignando a cada uno un equipo de cuatro miembros como agentes para la distribución y exhibición de Labor’s Reward. Cada proyección era seguida por un debate sobre sindicalismo.
Esta amalgama de organizaciones consiguió un cierto éxito. The New Disciple fue vista por «al menos un millón de personas» en su primer año. Labor’s Reward, de la que hay datos más fidedignos, fue proyectada 591 veces y vista por 479.500 personas en 36 estados y provincias de Canadá. Kruse diría en 1925 que «En unas 250 ciudades de todo tamaño y composición hemos mostrado programas de una a siete películas, con una audiencia media de 100.000 personas por película».
Un éxito modesto, pero no negligible. No obstante, la innovación tecnológica que supuso el sonoro con un enorme incremento de los costes, y la aparición de medios alternativos, como podía ser la radio, llevaron a un cambio profundo en el aparato de propaganda y en el cine militante de los años 30. Pero eso será ya objeto de una entrada futura.

Bibliografía utilizada

Este texto se basa casi exclusivamente, a veces simplemente en la traducción, de fragmentos de la obra de Steven J. Ross. Working-Class Hollywood: Silent Film and the Shaping of Class in America. Princeton University Press, 1998

Del mismo autor hay una página web educativa en la que se presenta una versión muy reducida de esta obra, con ejercicios: Visualizing Ideology: Labor vs. Capital in the Age of Silent Films.

Para un listado con resumen de las principales películas de este periodo: Film and the American Left: A Research Guide, de M. Keith Booker.

Working-Class Hollywood: Silent Film and the Shaping of Class in America, de Steven J. Ross

Steven J. Ross. Working-Class Hollywood: Silent Film and the Shaping of Class in America. Princeton, New Jersey : Princeton University Press, 1998 [Edición electrónica de 2000], 388 p., il.

Muy posiblemente haya bibliografía más reciente sobre el tema, pero no he podido consultarla, así que este es el libro que básicamente he utilizado para la última entrada acabada de publicar, sobre el género capital-trabajo en el primer cine en los EEUU y las próximas sobre el cine militante estadounidense hasta los años 30. Me ha resultado extremadamente útil porque me parece un excelente repaso a un periodo y un tipo de cine del que resulta difícil conseguir información. Steven J. Ross es profesor de historia en la University of Southern California, donde da clases de Historia social de Estados Unidos y cultura popular. Es un experto en el cine de Hollywood y en historia de la clase obrera. Autor de Workers on the Edge: Work, Leisure and Politics in Industrializing Cincinnati, 1788-1890 (1987), Working Class Hollywood: Silent Film and the Shaping of Class in America (1998), Hollywood Left and Right: How Movie Stars Shaped American Politics (2011) y Hitler in Los Angeles: How Jews Foiled Nazi Plots Against Hollywood and America (2017).

El libro que nos ocupa se divide en dos partes: «I. El ascenso de las películas: la realización política de películas y la clase obrera» y «II. El ascenso de Hollywood: de la clase obrera a la clase media». El planteamiento general es la pregunta de por qué la mayor parte de la población estadounidense se considera clase media, y cómo llegaron a esa conclusión. En opinión de Ross, un factor importante en esta autoidentificación de clase fue la aparición de una imagen promocionada tras la aparición de los grandes estudios de Hollywood. Por eso el autor hace un recorrido desde los atisbos de un cine obrero en los primeros años de la cinematografía estadounidense hasta la consolidación del modelo hollywoodiense ‘de clase media’ a partir de los años 20.

El libro da un paso más contando cuatro historias interconectadas: cómo los cineastas del periodo mudo retrataron a los trabajadores y a sus luchas; el ascenso y caída del primer movimiento fílmico obrero; el importante papel que interpretaron las películas en dar forma a las identidades de clase; y cómo la cambiante estructura de la industria del cine, especialmente el surgimiento de lo que acabaría siendo conocido como Hollywood llevaron a la práctica todo lo anterior.
En palabras del autor, «el título, el Hollywood de la clase trabajadora, refleja las tensiones dentro de una industria que hizo de la clase trabajadora objeto frecuente de sus películas, pero luchó por mantener al cine obrero en sus afueras. Al mismo tiempo, también refleja las posibilidades de crear un tipo diferente de industria cinematográfica. Hollywood no tenía por qué haberse convertido en la fábrica de fantasías que es hoy. Entre 1900 y 1930, cuando el carácter de clase de las películas todavía se estaba formando, los cineastas obreros lucharon con el personal de la industria del cine, las agencias federales y los censores locales y estatales para definir los tipos de imágenes y temas políticos que se permitirían que viesen las audiencias. El resultado de estas luchas fue crítico para nuestro propio tiempo, porque los vencedores establecieron la visión ideológica de las relaciones de clase que dominaría el cine estadounidense durante los siguientes setenta años.» (p. XIV-XV)

En la Introducción Ross destaca, a principios de siglo, la importancia del cine como primer medio de masas porque, ante la avalancha de emigrantes recién llegados, superaba la barrera del idioma así como de la política, a diferencia de la prensa.
Durante casi dos décadas tras la implantación de los nickelodeons en 1905, el cine y la clase obrera se interelacionaron de tres formas: formaban el grueso de la audiencia; eran el tema frecuente de las películas y ellos mismos eran quienes las realizaban, pues incluso los productores no eran los magnates del futuro, sino pequeños empresarios de origen obrero.
Tan pronto como en 1907, trabajadores, radicales y organizaciones obreras estaban haciendo películas que retaban la ideología dominante del individualismo y retrataban la acción colectiva como la forma más efectiva de mejorar la vida de los ciudadanos.
Pero esto se hizo mucho más difícil tras el final de la Iª Guerra Mundial. La expansión de la industria supuso el ascenso de lo que conocemos como ‘Hollywood’ como una metáfora para describirlo. Un poderoso sistema de estudios que impulsó el cine hacia la ‘clase media’, también en rápida expansión. Fue en este momento en el que las identidades de clase mediante la aspiración a la movilidad ascendente, su presentación en ‘palacios del cine’ y otros lujos llevaron a la gente a pensar que, efectivamente, eran clase media. Los estudios abandonan casi completamente los viejos temas de conflicto de clase para dedicarse al fomento del consumismo.

El capítulo 1, «Ir al cine: ocio, clase y peligro a principios del siglo XX», trata sobre qué significaba ir al cine antes de la Iª Guerra Mundial: quién iba, qué veían y qué hacían en él. Lo primero que hay que destacar es que la idea misma de ocio resultaba algo extraña para gente que trabajaba 10, 12 o 14 horas seis días a la semana, y los domingos en la puritana EEUU, el sabbath, impedía los espectáculos. La lucha obrera consiguió la reducción de la jornada laboral, y con ello, más tiempo para el ocio. Unido al incremento de los salarios y la creciente urbanización era el caldo de cultivo idóneo para las empresas de entretenimiento. Estos tenían cada vez más una diferenciación de clase: los trabajadores manuales y la creciente masa de trabajadores de oficina acudían a vodeviles, salas de baile, parques de atracciones y estadios deportivos. Pero sería el cine el principal espectáculo por número de espectadores. En especial cuando a partir de 1905 se popularizan los nickelodeones, llamados así por su bajo precio. Pero también se proyectaban películas en multitud de iglesias, escuelas, sindicatos, fábricas y asociaciones de voluntarios. La inmensa mayoría de los que acudirán serán obreros manuales: en 1910, un 72%, mientras un 25% eran oficinistas y un 3% ‘clase ociosa’.

Frente a la imagen de la asistencia al cine como una actividad pasiva y en silencio ante la pantalla, en aquella época, ante unas películas sin diálogos hablados, lo normal era hablar, gritar, pelear, cantar, aplaudir y reír, en sesiones que consistían simplemente en el paso de varios cortos durante veinte o treinta minutos. Los propios animadores o recitadores animaban a la gente a cantar las canciones interpretadas durante la proyección. Las salas de cine eran un centro de reunión en el que se juntaban las familias, los amigos, se chismorreaba, se flirteaba y se discutía de política. Era frecuente, por ejemplo, la presentación de películas feministas acompañadas de discursos por parte de sufragistas. Así lo hicieron también grupos socialistas en varias ciudades. Naturalmente esto provocó la alarma de varias autoridades que intentaron desde el primer momento controlar tanto la existencia de los cines en sí como de lo que proyectaban. Una de sus derivadas sería el intento de hacer un cine ‘respetable’, que se acabaría imponiendo años más tarde, con la creación de los palacios de cine y el triunfo de Hollywood.

En el segundo capítulo, «Visualización de la clase trabajadora: cine y política antes de Hollywood», vemos como los costes relativamente bajos de hacer una película, permitieron a un amplio conjunto de organizaciones participar en la industria: la Women’s Political Union, el US Department of the Interior, la American Bankers’ Association o la American Federation of Labor.
En palabras de Ross, «Las películas eran mucho más políticas y variadas en sus perspectivas ideológicas durante el cine mudo que en cualquier periodo posterior. Si entendemos la política y el poder como la capacidad de influir y ganar control sobre otros -familia, empleados, comunidad o país- entonces la cultura de masas, y las películas en particular, constituyeron un terreno importante de la política y el poder en los Estados Unidos de la era Progresista. Pero la cultura de masas no era una entidad monolítica impuesta desde arriba para mantener a las masas tranquilas, sino un escenario de lucha entre diferentes grupos y clases que usaban el cine para ganar mayor apoyo público apara su causa.» Y nos anuncia: «En los siguientes tres capítulos examinaré, sucesivamente, cómo las compañías cinematográficas comerciales retrataron los problemas generales de la vida trabajadora; cómo ellos, y grupos fuera de la industria, describían más específicamente los conflictos capital-trabajo; y cómo las organizaciones obreras y radicales hicieron películas que presentaban sus propias visiones diferenciadas de las luchas de clases pasadas y presentes.»

Este repaso de cómo el cine de estos primeros años reflejaba la situación general de la clase trabajadora empieza con un repaso a la figura de D. W. Griffith, uno de los mejores retratistas, desde la visión ‘populista’ que luego veremos, de las condiciones de vida de los trabajadores. En lo que se conoce en la historia de los EEUU como la Era progresista, se hicieron muchas otras películas sobre este tema, aunque hay polémica entre los historiadores del cine sobre qué filmes incluir. Ross habla de 605 películas hechas entre 1905 y 1917 que él considera que podrían clasificarse como películas de clase obrera. Según él, se hicieron tantas, no solo porque fuesen la principal audiencia, sino por escasez de ideas que desarrollar ante un boom en la asistencia a los cines. Este tipo de películas normalmente caían dentro de una de estas tres categorías: romances, melodramas, comedias y aventuras que usaban a trabajadores e inmigrantes como protagonistas, pero que hubiera podido ser cualquier otro grupo social; un número más modesto de películas que describían las dificultades generales de la vida de la clase trabajadora; y tres, un pequeño grupo de películas sobre capital-trabajo muy politizadas, centradas en las confrontaciones a menudo violentas entre empleadores y empleados.

De este último punto trata el tercer capítulo: «El bueno, el malo y el violento: conflicto de clase y el género trabajo-capital». Directores y guionistas políticamente comprometidos, como D.W. Griffith, Augustus Thomas, Julian Lamothe y William C. de Mille mostraron en sus películas huelgas, cierres patronales, organización de sindicatos y los esfuerzos socialistas y anarquistas por derrocar el sistema capitalista. Las producciones con conciencia de clase se hicieron tan populares que hacia 1910 los críticos de cine empezaron a hablar del surgimiento de un nuevo género: las películas sobre ‘trabajo y capital’. Para Ross, este tipo de películas eran un subconjunto de las películas sobre clase obrera, diferenciándose por el tipo de trabajadores examinado y las posiciones ideológicas adoptadas. Si las anteriores reflejaban más bien las duras condiciones de trabajo de mujeres, niños y ancianos, estas estaban protagonizadas generalmente por hombres adultos trabajando en las industrias con más organización: mineros, trabajadores del acero, ferroviarios y trabajadores industriales. Estas películas también exploraban las actividades de socialistas, anarquistas, nihilistas y comunistas. El autor distribuye estas películas en cinco grandes categorías según su ideología: conservadoras, radicales, liberales, populistas y anti-autoritarias. En su investigación ha detectado al menos 274 películas de este tipo. De las 244 en las que se pudo determinar claramente la perspectiva política, un 46% (112) eran liberales; un 34% (82) conservadoras; un 9% (22) anti-autoritarias; un 7% (17) populistas:; y un 4% (11), radicales. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que por estas fechas se hacian 4 o 5.000 películas anuales. En opinión de Ross, las películas reflejan las condiciones en las que fueron creadas, esto es, las relaciones existentes dentro de las mismas empresas productoras y sus propietarios, muchos de ellos pequeños empresarios de origen judío y alguno incluso con inclinaciones socialistas en su juventud, como William Fox. También es importante el gran número de mujeres que participaron en posiciones de responsabilidad en este primer cine estadounidense.

Analizando las cinco tendencias que aprecia en el género capital-trabajo, la conservadora se caracterizaría por presentar una imagen positiva de los capitalistas y muy negativa de sindicatos, radicales, etc. De hecho, no establecen ninguna distinción entre las organizaciones más conservadoras, como la AFL, y las más radicales, como la IWW o el Partido Socialista. En estas películas, por lo general, el líder sindical era un agitador foráneo que convierte a trabajadores anteriormente contentos en una turba descontrolada. El desastre final se evita por las sensatas palabras del empleador, cuando se descubren los pérfidos fines del agitador, o cuando se recurre a una fuerza exterior (la policía o una milicia privada). En el polo opuesto, la tendencia radical, encontramos apenas un puñado de películas (Why?, The Jungle, Money, The Lost Paradise, The Eternal City, The Rights of Man y Dust), muy distintas entre sí, centradas en las condiciones de explotación que obligan a pasar a la acción. El mayor número de películas, como hemos visto, podríamos etiquetarlas como ‘liberales’. En general, criticaban a los capitalistas irresponsables y criticaban la explotación de los trabajadores, pero llamaban a la cooperación entre empleados y empleadores y abogaban por la reforma como el mejor método para solucionar los problemas. En las películas populistas el enemigo del asalariado y el campesino no es el empleador, sino el monopolista, el propietario absentista, el banquero, abogado o especulador de terreno que hace dinero a costa de otros, o el rico ocioso que vive de lo que otros han acumulado sin aportar nada a la sociedad. Es en este grupo en el que destaca la figura de D.W. Griffith. Por último, en el cine anti-autoritario, sin cuestionar abiertamente al capitalismo, se burlan de la autoridad de capataces, jueces, policías o empleados. Los comediantes más populares de la época, Max Sennett y Charles Chaplin, se encuadrarían en esta tendencia. Un punto y aparte suponen aquellas películas directamente de propaganda por parte de la patronal y el gobierno, sin duda en el ámbito del cine conservador, pero con características propias.

Pasamos en el capítulo 4 a las primeras muestras de un cine obrero organizado: «Hacer un placer de la agitación: el ascenso del movimiento fílmico obrero». En septiembre de 1911, un grupo de sindicalistas y radicales en Los Angeles, cansados de la forma en que se presentaba frecuentemente al movimiento obrero en el cine, deciden crear el Socialist Movie Theater. En octubre, la Federación Americana del Trabajo (AFL) da un paso más allá y realiza y distribuye la primera película producida por trabajadores, A martyr to his cause, aunque el fiasco del reconocimiento de su culpabilidad por los hermanos MacNamara hará que tenga un muy corto recorrido. Pero la figura más destacada de este cine obrero en estos primeros años será sin duda la de Frank E. Wolfe, activista socialista, director y productor de From Dusk to Dawn (1913). Un año más tarde, el actor socialista Joseph Leon Weiss realiza una película sobre la masacre de Ludlow: What is to be done? (1914). En 1915, Wolfe, junto a un grupo de radicales y sindicalistas, intentó crear un estudio en la comuna socialista establecida en Llano del Río, pero no tendría apenas recorrido.

Y llegamos a la II parte del libro: «El ascenso de Hollywood: de clase obrera a clase media», centrado en los años que van desde la entrada de los EEUU en la Iª Guerra Mundial, y las repercusiones que tuvo la Revolución Rusa en EEUU, hasta el final de los años 20 y el paso al sonoro. Porque como se nos relata en el capítulo 5, «Cuando Rusia invadió América: Hollywood, la Guerra y las Películas», tras el triunfo bolchevique hubo una auténtica histeria colectiva en los EEUU conocida como el primer Temor Rojo (Red Scare). Multitud de películas presentaban una caricatura de agentes soviéticos y radicales traidores americanos. Curiosamente, las películas del género capital-trabajo se hicieron aún más populares. Según Ross, al menos 171 películas de este tipo entre abril de 1917 y diciembre de 1922. Una media de 30 al año comparadas con 22 entre 1908 y marzo de 1917. Casi la mitad de las películas hechas antes de la guerra eran liberales (46%) y solo un tercio (34%), conservadoras. Ahora hay un cambio importante: desde la entrada de EEUU en la guerra y en los cinco años posteriores, las películas conservadoras supondrán el 64% de todas las películas del género capital-trabajo, y las liberales solo un 24%. No se hace durante estos años ni una sola película radical producida por la industria. El autor ve cuatro motivos para este cambio: las grandes transformaciones en la estructura de la industria cinematográfica; la creciente histeria pública sobre amenazas comunistas percibidas; la presión política sobre los cineastas por parte de las agencias federales y los censores estatales; y el aumento de la militancia obrera dentro y fuera de la industria del cine. Los últimos cuatro capítulos están dedicados, por tanto, al surgimiento de Hollywood y su impacto sobre las películas del género capital-trabajo; las formas en que las organizaciones obreras y radicales respondieron a estos cambios; cómo los líderes de la industria ampliaron la composición de clase de las audiencias y ayudaron a redefinir ideas sobre las relaciones de clase; y los intentos finales por parte de cineastas obreros por excavar un nicho permanente para las películas de oposición en los EEUU. El resto del capítulo 5 está dedicado a este ascenso de Hollywood y el sistema de estudios a través de las figuras de alguno de sus magnates, impulsado y controlado a la vez por agencias gubernamentales. Se dedica un amplio espacio al desarrollo del sindicalismo dentro de estos estudios, a pesar de que en general en estos años se produjo un cierto reflujo de la afiliación.

En el capítulo 6, «Luchas por la pantalla: el regreso del movimiento fílmico obrero», vemos como las condiciones para la realización de películas eran más difíciles, no solo por los problemas de censura y distribución, sino también porque los costes de producción habían aumentado. En 1918, un sindicato ferroviario, la Brotherhood of Railway Trainman, tomó la curiosa decisión de comprar su propio estudio de cine, a partir de la empresa Motive Motion Picture Company (MMPC), basándose en los servicios del cineasta David Horsley. El proyecto, desgraciadamente, terminaría en fracaso sin haber realizado ni una sola película. Más éxito tuvieron la neoyorkina Labor Film Services (LFS) y la Federation Film Corporation (FFC) de Seattle, en aquel momento una ciudad puntera en la organización obrera y que había llevado a cabo meses antes una muy dura huelga general. La FFC encargó la tarea a un cineasta con experiencia, John Arthur Nelson, y en la primavera de 1921 estrenarían The New Disciple. La LFS, por su parte, dirigida por un socialista y sindicalista con amplia experiencia, Joseph D. Cannon, realizaría The Contrast, ya medio organizada previamente por sindicatos mineros. Pero sin duda la organización más activa durante estos años de posguerra sería la International Workers Aid (IWA), originalmente la asociación de Amigos de Rusia Soviética, creada para ayudar durante la hambruna en la guerra civil rusa, y que estaría vinculada, aunque con gran autonomía, a la organización dirigida desde Berlín por Willy Münzenberg de la que hablaremos en una futura entrada. La IWA contaba con el trabajo inestimable de William F. Kruse, y realizaría una serie de documentales rodados en Rusia. En otro tipo de agitación, el gran sindicato reformista, la AFL, realizaría en 1925 la película Labor’s Reward. Por último, en 1926 los comunistas de la IWA graban una de las grandes huelgas de ese periodo: The Passaic Textile Strike, y más tarde, como veremos en el capítulo 8, The Miners’ Strike (1928) y The Gastonia Textile Strike (1929).

A partir de los años 20 se produce la decantación que llevará a parte de la clase obrera a considerarse clase media, fenómeno al que ayudó el cambio en el disfrute del ocio y, concretamente, en el caso del cine, la creación de grandes palacios de cine y el predominio de una ideología basada en la aspiración a la movilidad ascendente y el consumismo. Es lo que se desarrolla en el 8 capítulo del libro: «Fantasía y política: ir al cine y las películas en los años 20».

El último capítulo del libro, «Luces fuera: el declive del cine sobre el trabajo y el triunfo de Hollywood», estudia como las dificultades para rodar, distribuir y exhibir películas fuera del control de Hollywood y de la censura se convirtió en un obstáculo insuperable. Se sigue la evolución de empresas como la FFC, la LFS y la IWA hasta que no tuvieron más remedio que tirar la toalla. Supondría el triunfo final de Hollywood.

En el epílogo, Ross revisa brevemente la situación del cine estadounidense respecto a las cuestiones de clase. El título es bastante descriptivo: «Las películas hablan, pero ¿qué dicen?»

El libro fue ganador del 1999 Book Award de la Theatre Library Association y considerado uno de los mejores libros de no ficción por parte de Los Angeles Times en 1998.

Por este amplio resumen creo que queda claro el interés de esta obra para los interesados en la historia del cine, especialmente del quizá poco conocido tema en nuestro país, del cine de izquierda en Estados Unidos. Como por cuestiones que no vienen al caso intento trabajar con copias digitales de los libros que me interesan, este en concreto lo compré en el emporio innombrable que tenéis todos en mente. No he encontrado otra versión disponible en este formato. Para la versión en papel hay más alternativas, aunque aquí presento solo la página de sus editores, la Universidad de Princeton.

El cine militante en los EEUU desde sus orígenes hasta la 1ª Guerra Mundial

Imagen de la película From dusk to dawn

Publicado originalmente en Espai Marx.

Desgraciadamente, parece que ninguna de las películas de las que hablaremos hoy ha llegado hasta nuestros días. No es extraño, pues en general la mayor parte de las películas de los primeros años de la historia del cine se han perdido porque en su momento nadie consideraba que fuese importante conservarlas. El escaso número de aquellas que, como vimos en una entrada anterior, plantean una crítica desde la izquierda o el movimiento obrero a la sociedad de la época, hace que fuese más probable que se encontrasen entre las desaparecidas.

No obstante, a pesar de no ser un número notable, lo cierto es que desde muy pronto en la historia del cine estadounidense hubo colectivos que fueron conscientes de su importancia para sus labores de propaganda y organización. Por lo que se refiere a la grabación de películas, ya en 1907, según Steve J. Ross en su libro Working-Class Hollywood: Silent Film and The Shaping of Class in America, que vuelve a ser la fuente principal para la información que ofrecemos en esta entrada, un sindicalista de Cleveland graba y proyecta películas sobre una huelga en Cripple Creek (Colorado). Un año más tarde, será The Boot and Shoe Workers’ Union la que crea una pequeña película. Durante los siguientes años, una más fácil accesibilidad y disponibilidad del equipamiento cinematográfico necesario lleva a un número creciente de grupos e individuos a grabar películas de huelgas, manifestaciones del 1 de Mayo, manifestaciones del Día del Trabajo en EEUU y campañas políticas. Los socialistas de Los Angeles y Nueva York hacen publicidad de sus luchas creando y distribuyendo noticiarios entre 1911 y 1913, en los que parecían las luchas sindicales, las campañas sufragistas y «todas las fases del trabajo socialista». Al parecer, su exhibición contó con grandes audiencias y en el caso de los noticiarios de Nueva York fueron solicitados por filiales de partido y sindicatos de Nueva Jersey, Connecticut y Massachusetts.

EXHIBICIÓN

Desde el punto de vista de la exhibición, en mayo de 1911 la proyección de la película The Strike at Mines en un cine de Nueva York provocó la salida airada de los espectadores por su visión anti-huelguista. La convención de la AFL propone hacer boicot a los cines que pasen películas antisindicales. Pero pronto comprenden que eso no es suficiente y es necesario organizar sus propios locales de proyección. Ya en 1909 radicales de Chicago habían organizado un cine para propaganda socialista y en 1911 son 12 músicos sindicados los que hacen lo mismo en Springfield (Missouri). Pero el esfuerzo más destacable parece ser en septiembre de 1911 cuando un grupo de militantes socialistas y sindicalistas crea en Los Angeles el Socialist Movie Theater. Muy rápidamente, ofrece un programa que consta de películas de ficción a favor de los trabajadores y noticiarios producidos localmente sobre huelgas, manifestaciones, campañas políticas socialistas y mítines sufragistas. El espacio tuvo mucho éxito y se acabó convirtiendo en un espacio político polivalente en las que además de proyecciones se organizaban charlas.

A una escala menor, socialistas del Bronx alquilan el 26 de agosto de 1912 el Rose Theater para presentar un programa con The Cry of the Children, The Merchant of Venice, varias comedias cortas y números musicales, unido a varias charlas y noticiarios socialistas de la reciente huelga textil en Lawrence (Massachusetts), las recientes manifestaciones del 1 de Mayo y otras «imágenes que retrataban la lucha de clases y la vida de la clase trabajadora». La velada tuvo un gran éxito con la asistencia de más de 1.000 hombres, mujeres y niños.

En 1913, los sindicalistas de Nueva York utilizaron otra sesión de cine para promover sus actividades, y dos años más tarde proyectaron películas anti-bélicas para promover la oposición al militarismo.

En Pittsburgh, la proyección de películas en las reuniones de los domingos en 1914 ayudó a aumentar la audiencia media de 100 a 3.000 personas. Así mismo, sindicatos y socialistas de California, Georgia, Nueva Jersey, Nueva York, Pennsylvania, Illinois, Wisconsin y Oklahoma, también usaron películas para hacer publicidad de huelgas, conseguir fondos y atraer grandes multitudes a reuniones y mítines.

PRODUCCIÓN

En nuestra entrada anterior ya habíamos visto algunas películas con un punto de vista radical, reformista o populista. Pero eran todas películas realizadas por productoras comerciales. En este texto vamos a centrarnos en aquellas que, además, eran el resultado de un proyecto militante, aunque se organizase a través de una productora comercial.

A Martyr to His Cause (1911) – Un mártir de su causa

La explosión en el periódico Los Angeles Times

En las elecciones municipales de 1911 el candidato socialista Job Harriman tenía grandes posibilidades de ganar la alcaldía de la ciudad de Los Angeles. Uno de sus principales detractores era Harrison Gray Otis, el propietario del periódico Los Angeles Times, abiertamente contrario a la sindicación de los trabajadores –sistema open-shop, como lo llaman eufemísticamente en los Estados Unidos– quien además tenía intereses particulares en la derrota de Harriman porque había comprado grandes propiedades en el valle de San Fernando, en el que un acueducto en construcción iba a revalorizar enormemente su valor, algo que un triunfo socialista podía poner en riesgo. En una editorial de su periódico, Otis pronosticaba que un triunfo de Harriman «se traduciría en una orgía del mal, en una época de estancamiento en los negocios, en recortes en la edificación, en retiradas de capitales, en hambre en los hogares y en disturbios en las carreteras». El 1 de octubre de 1910 una potente explosión destruye la sede del periódico, matando a 21 trabajadores e hiriendo a más de 100. Esa misma mañana se encontraron más bombas en la casa de Otis y en la sede del director ejecutivo de la patronal Merchant and Manufacturers Association. El día de Navidad de ese mismo año, otro paquete de dinamita destruía parcialmente una planta de Llewellyn Iron Works.

El alcalde de la ciudad encargó a un detective, William J. Burns, que ya estaba trabajando en otros casos de explosiones relacionadas con construcciones en metal, que investigase lo sucedido. Llegaron a la conclusión de que la explosión había sido obra de los dirigentes sindicales de la Asociación Internacional de Trabajadores de Puentes y Estructuras de Acero (BSIW por sus siglas en inglés). Mediante una estratagema claramente ilegal, en abril de 1911 consiguieron detener durante una reunión sindical en su sede de Indianápolis y llevar a Los Angeles a uno de sus máximos dirigentes, John McNamara, conocido como J.J., a su hermano James (J.B.) y a un tercer sindicalista.

Los hermanos McNamara

La dirección del principal sindicato reformista, la American Federation of Labor (AFL), y en general todo el mundo sindical, consideró que todo había sido un montaje y ofrecieron toda su solidaridad a los detenidos. No era extraño que pensasen así, pues solo unos años antes, en 1906, ‘Big Bill’ Haywood, líder minero y del sindicato revolucionario IWW, había sido acusado de intentar asesinar con dinamita al ex-gobernador de Idaho. John MacNamara se convirtió en una figura muy popular, iniciándose una enorme campaña por su libertad.  Para su defensa se contrató al abogado probablemente más famoso del país, Clarence Darrow, ayudado por el candidato socialista a alcalde, Harriman. Entre otros casos, Darrow había sido el abogado defensor en el famoso juicio sobre la teoría de la evolución, el caso Scopes, y quien había conseguido la absolución de Haywood. Darrow insistió en la necesidad de una gran campaña para conseguir apoyo popular, y aquí entra la producción de la película A martyr of his cause, considerando que podía ayudar a difundir el mensaje. La movilización fue masiva, y así, Bill Haywood hizo un llamamiento a una huelga general el primer día del juicio, y el Día del Trabajo de 1911 se declaró el ‘Día McNamara’, con miles de trabajadores desfilando con chapas pidiendo la absolución de los acusados.

No he conseguido encontrar ni un solo fotograma de la película, pero conocemos perfectamente su contenido porque su guion está publicado. Siguiendo este guion, vemos que la película está dividida en 19 escenas que repasan la vida laboral de MacNamara, su militancia sindical y las circunstancias de su arresto. Estos son los títulos de cada una de estas escenas:

El joven John J. Mac deja su hogar para buscar fortuna.
Se convierte en un trabajador de la construcción con acero.
Gracias a su laboriosidad y sobriedad es ascendido a capataz.
Unos años más tarde es elegido secretario de la Asociación Internacional de Trabajadores de Puentes y Estructuras de Acero.
Ocupa su cargo como secretario.
El 22 de abril de 1911: el arresto.
Los mantienen presos mientras el secretario es expulsado de la ciudad.
Y mientras tanto, se le entregan papeles de extradición ilegales.
La búsqueda infructuosa de pruebas incriminatorias.
El viaje salvaje a Terre Haute.
La llegada a Terre Haute.
Su llegada y confinamiento en Los Angeles.
Su mensaje a los trabajadores organizados.

La película, con una extensión de dos bobinas, fue realizada por la productora de Dayton (Ohio), W. H. Seely Company, pero, con un coste de 2.577 dólares, fue sufragada íntegramente por el Comité de Defensa Legal MacNamara de la AFL. Fue estrenada con gran éxito en Cincinnati en septiembre de 1911, con una asistencia de unos 50.000 personas, para luego ser proyectada en cines de todo el país. Se le auguraba, por tanto, un gran éxito comercial.

La revista Puck del 27 de diciembre de 1911 (v. 70, no. 1817) representando el ‘tiro por la culata’ de la violencia.

Todo tendría un fin repentino cuando el 1 de diciembre de 1911 ambos hermanos MacNamara reconocen su culpabilidad. James B. como responsable de la explosión en Los Angeles Times y las demás bombas de ese mismo día, y JJ como inductor de la explosión en la fábrica de Llewellyn Iron Works. Cuatro días más tarde, el rival de Harriman arrasa en las elecciones y se pierde la posibilidad de un alcalde socialista en Los Angeles. La película fue retirada de las carteleras inmediatamente y, como comentaba, no solo permanece perdida sino que no he podido encontrar ni un solo fotograma.

From Dusk to Dawn (1913) – Del atardecer al amanecer

From dusk to dawn (1913) Cartel de la película

Una de las personas afectadas por el fracaso socialista en las elecciones de Los Angeles de 1911 fue Frank E. Wolfe, uno de los candidatos a concejal que no fue elegido. Franklin Eden Wolfe había nacido el 18 de mayo de 1869 en Princeton (Illinois). Su padre murió cuando él era muy joven y la familia se trasladó a Kentucky, donde realizó diversos trabajos hasta especializarse como telegrafista de los ferrocarriles, donde se dedicó muy rápidamente a la actividad sindical, lo que llevó a que fuese vetado por todas las compañías. Trabajó entonces, también como telegrafista, en Western Union y más tarde como reportero y editor para Associated Press y como periodista freelance para multitud de periódicos, mientras seguía organizando sindicalmente a los telegrafístas. Socialista convencido, cuando lo nombraron editor gerente de Los Angeles Daily Herald en 1909 lo convirtió en una auténtica «escuela de socialismo». Otis, al que ya conocemos como propietario de Los Angeles Times, consiguió que fuese despedido a principios de 1911. Wolfe viajó a Sacramento, la capital del estado, donde creó el primer Buró de Publicidad Legislativa del Partido Socialista. Regresó a Los Angeles para presentarse a las elecciones municipales y hacerse cargo del recién fundado California Social Democrat. El desastre de la confesión de los MacNamara y la derrota electoral supusieron un cambio radical en la vida de Wolfe. Le convencieron de la necesidad de nuevos métodos de propaganda. Aunque siguió trabajando en prensa creando en 1913 la revista The Western Comrade, en la que participaba, entre otros dirigentes socialistas, Jack London, Wolfe creía que la respuesta estaba en el cine. Como escribió en un artículo, «Vamos a pintar el cine de rojo».

En septiembre de 1913 se estrena la película From Dusk to Dawn. De cinco bobinas, había sido realizada durante un periodo de varios meses por Occidental Motion Picture Company, que contaba con un capital de 25.000 dólares y, según Wolfe, con la ayuda del Partido Socialista, razón por la que la hemos incluido en el listado de cine militante. Wolfe había sido su productor, director y guionista. La película contaba con la participación de actores y técnicos profesionales y se dice que en las escenas de masas llegaron a participar 10.000 extras.

From dusk to dawn. Malestar de la patronal

La trama cuenta el romance entre el trabajador de una fundición de acero Dan Grayson y la lavandera Carlena Wayne. La película refleja con gran exactitud las condiciones de vida de la clase obrera, no en vano se utilizan en ocasiones fragmentos de documentales intercaladas con escenas de ficción. Al estilo de Griffith, se plantean los grandes contrastes de las viviendas miserables de los trabajadores con las mansiones y vida lujosa de los millonarios. Dan y Carlena reclaman medidas de seguridad en sus trabajos. Sus peticiones no son atendidas y Fred, hermano de Carlena y amigo de Dan, muere en una explosión por las deficientes condiciones de trabajo. Cuando reclaman mejores condiciones y un aumento de salario, Dan y Carlena son despedidos. Sus compañeros en la lavandería y en la fundición inician huelgas no violentas en defensa de sus camaradas. Solo un hombre reclama el uso de la violencia, pero resulta ser un espía de la patronal. Esta recurre a la violencia para acabar con los piquetes, utilizando matones y a la policía, como vemos en la imagen que encabeza este artículo. Cuando ni siquiera eso consigue frenar las protestas, los patronos persuaden al consejo municipal para que proclame una ley prohibiendo que quien participe en los piquetes pueda hablar con los esquiroles –una medida que había sido realmente aplicada por el consejo municipal de Los Angeles–. Dan y Carlena son arrestados bajo la nueva legislación, pero una vez más los compañeros siguen firmes en su movilización. Finalmente, los patronos se ven obligados a ceder y aceptar las demandas de los trabajadores. Esta victoria lleva a los compañeros de Dan a convencerlo para que se presente como gobernador en la candidatura socialista. Acepta y lo vemos en escenas de masas realizando mítines. Asustados ante la posibilidad de una victoria socialista –claramente una reconstrucción en positivo de lo que en realidad había pasado en las elecciones de 1911–, los capitalistas y los políticos acusan a Dan de conspiración. Este contrata al abogado que ya conocemos, Clarence Darrow, interpretándose a sí mismo, para que lo defienda –también aparece Job Harriman–. Darrow reproduce el discurso que pronunció durante su juicio –le habían acusado de intentar sobornar al jurado del caso MacNamara–, gana el caso y Dan consigue una brillante victoria y es elegido gobernador.

En las escenas finales, Dan, en un Senado controlado por los socialistas, considera presentar una ley de «derecho al trabajo» que garantize este para todos los trabajadores. Pero pensando en su responsabilidad con los votantes conservadores que se oponen a la ley, duda, hasta que se presenta Carlena con una petición  con las firmas de 25o.000 ciudadanos pidiendo su aplicación. Convencido de que el pueblo ha hablado, firma la ley y la cámara se funde a negro lentamente ante Dan y Carlena cogidos de la mano y comprometiéndose a «convertirse en camaradas de por vida».

La estrategia de Wolfe de mezclar entretenimiento con política radical tuvo un tremendo éxito. El magnate Marcus Loew contrató la película para toda su cadena de cines en Nueva York, donde la presenciaron medio millón de personas aproximadamente. En Chicago consiguió también una asistencia record, proyectándose en 45 cines durante dos semanas. El mismo éxito la acompañó por el resto del país.

From Dusk to Dawn acabaría siendo la única película de Wolfe. Movido por el éxito de esta cinta, anunció que en 1915 abriría un estudio en Llano del Rio, un proyecto de cooperativa comunitaria socialista agraria que no consiguió consolidarse. Aunque unas 150 familias vivían en Llano del Rio, la falta de agua frenó el proyecto que se suspendió en 1918 y se trasladó a Luisiana, donde ya no se incorporó Wolfe.

What is to be done? (1914) – ¿Qué hacer?

No estoy nada seguro de que nuestra próxima película sea un proyecto militante colectivo. Más bien parece el resultado de los esfuerzos individuales del actor socialista Joseph Leon Weiss. Nacido en 1872, este residente de Brooklyn era miembro de la Hebrew Actors’ Union y cofundador del principal periódico en lengua extranjera, el socialista Jewish Daily Forward.

Como en los casos anteriores, me ha resultado imposible encontrar un solo fotograma de esta película, con un título claramente inspirado en la novela homónima de Chernyshevski que también inspiraría a Lenin. El objetivo de la película es la denuncia de una de las peores tragedias obreras producida ese mismo año en los EEUU: la masacre de Ludlow, que ya presentamos en nuestra entrada anterior. Pero en lugar de centrarse directamente en este acontecimiento, la película recurre a la dramatización de una huelga obrera para explicar las causas de la masacre.

La trama cuenta la historia de amor entre Henry Dryer, el hijo liberal del propietario de una fábrica, y Louise Laffayette, una estenógrafa que organiza a los trabajadores en la fábrica del padre de Henry. La película empieza con Louise dirigiendo a los trabajadores en una protesta contra una reducción del 10 por ciento de su salario. Para explicar las causas del descontento obrero, Weiss utiliza a Louise para lanzar un discurso sobre la «vida, el trabajo y la lucha de la clase trabajadora». Cuando empieza a hablar, la película pasa a una serie de viñetas cortas mostrando aquello que ella está explicando. Vemos a una familia trabajadora cuyo hijo muere porque no pueden comprar medicinas; un capataz de fábrica que inicia involuntariamente un incendio –similar al del edificio Triangle que presentamos en nuestra entrada anterior–; hombres y mujeres obligados a hacer colas del hambre por un pedazo de pan, y mujeres y niños llorando ante el cuerpo de hombres muertos en la explosión de una mina. «Esto es lo que espera a los trabajadores», dice Louise, pero los representantes de la patronal hacen oídos sordos, lo que lleva a la convocatoria de una huelga.

El resto de la película alterna entre las escenas de amor con Henry, a quien gana para la causa de los trabajadores, y las luchas de los huelguistas por la justicia, siempre presentadas como ordenadas y pacíficas contrariamente a las películas con una visión conservadora, en las que los huelguistas son siempre una muchedumbre violenta y sin control. Los patronos utilizan a agencias ‘especiales’ para conseguir esquiroles. Cuando el malvado señor Marlowe, propietario de una de estas agencias les dice a un grupo de propietarios que hay que utilizar la violencia y golpear a los líderes obreros, estos asienten. En las siguientes escenas vemos a los mafiosos asesinando a un líder sindical, usando sus ‘herramientas’ para golpear a los huelguistas y persuadiendo a la policía para que colabore con ellos. El clímax se produce cuando Louise, indignada por la violencia, les pregunta a los representantes de la patronal: «¿Saben que pasó en Colorado?» para referirse a la masacre de Ludlow. La película muestra entonces las tiendas de los mineros y va explicando paso a paso lo sucedido: como los hombres de Rockefeller prendieron fuego a las tiendas de los huelguistas y luego dispararon contra mujeres y niños que intentaban huir. Al presentarlo justo después de la violencia contra los trabajadores en huelga, Weiss intenta demostrar que la represión en Ludlow es algo que sucede habitualmente y no un caso aislado. Escarmentado por esta terrible historia y temiendo la desaprobación pública, el padre de Henry accede a las peticiones de los trabajadores. Pero la película termina con una nota amarga: Dryer concede el aumento salarial, pero él y sus colegas de Wall Street acuerdan compensar sus pérdidas elevando los precios de todos los productos de primera necesidad. Cuando la noticia llega a una reunión sindical, el último plano presenta los puños de los trabajadores elevados al cielo clamando: «¡Oh, dios! ¿Qué hacer?».

La película se estreno en el Grand Street Theater de Manhattan en noviembre de 1914, al parecer con bastante éxito, porque fue proyectada de nuevo en el Miller Theater de Brooklyn el siguiente enero.

Mientras tanto, sindicatos y el partido socialista habían seguido haciendo películas más pequeñas. Para las elecciones de 1912 el partido socialista había producido un noticiario sobre Eugene V. Debs, el candidato presidencial, y para la de 1916 algo más humorístico, mediante dibujos animados en el que bailaban las letras con los nombres de sus candidatos, Allan Benson y George Kirpatrick.

En 1914 los trabajadores en huelga de la Fulton Bag and Cotton Mills de Atlanta grabaron y exhibieron películas como parte de su estrategia para «mantener la agitación … conseguir la simpatía del público general … y el apoyo de los funcionarios de la ciudad al mostrar la suciedad y las condiciones poco saludables de las fábricas».

Steve Ross habla en su libro de una serie de películas grabadas en 1916, por la Western Federation of Miners sobre la huelga en las minas de cobre en Calumet (Michigan), en la que 72 hombres, mujeres y niños murieron en una estampida durante una fiesta organizada por los mineros en la Nochebuena de 1913, lo que daría origen también a la canción de Woody Guthrie 1913 Massacre (aquí la grabación). Según Ross, las películas fueron robadas cuando llegaron a Nueva York por detectives empleados por la compañía minera, Calumet and Hecla Mining Company. No obstante, la huelga había terminado tres años antes, por lo que las fechas no coinciden.

En un ambiente mucho más festivo, para celebrar el Día del Trabajo de 1916 los sindicalistas de Los Angeles realizaron y exhibieron la película de tono burlesco, General Garrison Bray Who-Tis, The Hero of the Battle of Caloocan, dedicada al propietario del Times, Harrison Gray Otis.

Quizá para fomentar este pequeño auge del cine militante, se creó en Chicago en 1914 la Socialist Film Attractions, con el objetivo de ayudar a sus camaradas interesados en grabar cortos, pero no he encontrado más información de sus actividades que en el libro de Ross.

En 1917 los Estados Unidos entrarían en la 1ª Guerra Mundial y, especialmente tras su fin y la Revolución Rusa en 1918 y el periodo de histeria anticomunista que le seguiría en 1919, las condiciones cambiarían completamente tanto en el movimiento obrero en general como en el cine militante en particular. Pero eso será ya objeto de otra futura entrada.

Bibliografía utilizada

Steven J. Ross. Working-Class Hollywood: Silent Film and the Shaping of Class in America. Princeton University Press, 1998

Del mismo autor hay una página web educativa en la que se presenta una versión muy reducida de esta obra, con ejercicios: Visualizing Ideology: Labor vs. Capital in the Age of Silent Films . Interesa especialmente la parte dedicada a From Dusk to Dawn.

Para un listado con resumen de las principales películas de este periodo: Film and the American Left: A Research Guide, de M. Keith Booker.

Sobre la campaña electoral en las elecciones municipales de 1911 en Los Angeles y el atentado de Los Angeles Times: los dos artículos de la serie «Red Flags over Los Angeles» en KCET. Part I: Socialism and the Election of 1911  y Part 2: Bombs, Betrayal, and the Election of 1911.

Una pequeña biografía de Frank E. Wolfe en IMDB.

Salir de la oscuridad – Out of the darkness (1915)

La verdad es que la película que presentamos hoy no podemos considerarla de izquierda. De hecho, pertenecería a la visión liberal de las relaciones entre capital y trabajo de la que hablábamos ayer: los capitalistas hacen trabajar a sus empleados durante trece horas sin medidas de seguridad más por inconsciencia que por mala fe; el ‘bueno’ es siempre un cuadro intermedio de la empresa que vela por el bienestar de todos; los ‘malos’ son siempre agitadores desaliñados, borrachos y más oscuros de lo habitual que acaban siempre quemando la fábrica; y el final es siempre un feliz matrimonio interclasista.

La película cuenta la historia de una rica heredera, dueña de fábricas envasadoras de piña en Florida que deja los negocios en manos de su tío. El gerente de la fábrica de Tampa, ante el descontento de sus trabajadores por las malas condiciones laborales -13 horas, amontonados, sin material de protección ante los cortes- intenta convencer al tío de la protagonista de la necesidad de mejoras. Este se niega. El gerente, Brooks, le pide hablar con la sobrina, pues al ser mujer quizá se compadezca más ya que la mayoría de trabajadores de la fábrica son mujeres. Esta se niega a hablar con él. Cuando va incluso a su casa para pedir una cita, se la vuelve a negar, y finalmente le envía un telegrama diciendo que no le interesan los problemas de los trabajadores. Mientras participa en una regata, Helène Scott, que así se llama la protagonista, sufre un accidente al caer al mar que le hace perder la memoria. Es rescatada por un barco, precisamente de su empresa. Una familia de las que trabajan en la fábrica la acoge y ella empieza a trabajar allí, junto a un montón de hombres, mujeres y niños, sus 13 horitas y con muy poca maña, ayudada por el gerente, que se acaba enamorando de ella. Mientras tanto, los agitadores amenazan a la empresa. Una noche, tras pasar convenientemente por la taberna, acuden a la fábrica y atan al gerente. En la refriega, se desencadena un incendio. Helène ha escuchado los planes de los agitadores, así que acude a la fábrica en socorro de su amado. Consigue liberarlo pero se desmaya. Él debe sacarla de la fábrica en llamas. Mientras tanto, su tío, que al principio pensaba que la ausencia de Helène se debía a un capricho, empieza a preocuparse. Cuando se entera de que ha aparecido una chica perdida en el mar, envía a un detective. Este comprueba que la chica es Helène. Ella, debido a la emoción del incendio, ha recuperado la memoria. Brooks le declara su amor, pero ella duda porque sabe que él la ama a ella como trabajadora de la fábrica pero la odia como Helène Scott. Finalmente, le revela la verdad y ante el rechazo inicial de Brooks, le convence para prepararse juntos para reconstruir la fábrica en favor de los trabajadores.

La película fue dirigida por George Melford, conocido fundamentalmente por haber sido el director de The Sheik con Rodolfo Valentino y, más tarde, de la versión en nuestro idioma con el actor español Carlos Villarías en el papel de Drácula, de la película homónima rodada al mismo tiempo que la famosísima película de Tod Browning en 1931.

Ficha técnica

Director: George Melford
Guión: Hector Turnbull
Productor: Jesse L. Lasky
Actores: Charlotte Walker, Thomas Meighan, Marjorie Daw, Hal Clements, Tom Forman, Loyola O’Connor
Productora: Jesse L. Lasky Feature Play Company
Distribuidora: Paramount Pictures
Fecha de estreno: 9 de septiembre de 1915
Copia: FLM50517. Película de la colección de EYE (Amsterdam) – https://www.eyefilm.nl/en

Bibliografía

Entrada en la Wikipedia en inglés.

La película

Solo he encontrado una versión con intertítulos en neerlandés. Como dijimos en ocasiones anteriores, nadie dijo que ser cinéfilo sea fácil. Pero, aunque no es muy difícil de seguir sin los intertítulos, los he pasado por el traductor automático haciendo alguna modificación. Espero que estén correctos. Si hay algún neerlandés en la sala, que lo confirme, por favor.

Intertítulos

0:02 Esta película se encontró casi en su totalidad en el Museo del Cine de los Países Bajos. Algunos intertítulos fueron añadidos en 1993.
0:25 Helène Scott heredó una fábrica de conservas de piña de su padre. Mientras se sumerge en la vida social de Florida, Helène deja la dirección de la fábrica a su tío John Scott.
0:31 El tío de Helene, John Scott, el director de la fábrica de piñas.
0:48 John Scott. Director deScott Canneries. Chicago. Debe mejorar las condiciones de trabajo en la sucursal. Los trabajadores están insatisfechos. Vengo inmediatamente. Brooks.
0:58 Harvey Brooks, gerente de la filial de Tampa de las fábricas de Scott. Thomas Meigan.
1:23 Nuestros trabajadores están incluso peor que los esclavos… es inhumano… ¡vergonzoso!
1:41 ¡Oh! Tiene un corazón demasiado tierno… Olvida que tenemos una fábrica, y no una organización benéfica.
2:15 La mayoría de mi personal son mujeres. Déjeme discutir el asunto con la señorita Scott… ella me entenderá mejor.
3:07 No sé nada de negocios y no quiero tener nada que ver con eso. Simplemente actúa como siempre lo has hecho después de la muerte de mi padre.
3:53 No conozco a este caballero. Dígale que mi tío dirige el negocio y que debe recurrir a él.
4:21 Harvey Brooks no se desanima. Sigue intentando contactar con Helène. Ella se mantiene firme en su rechazo. El malestar en la empresa va en aumento.
4:48 La señorita Helène Scott ha ganado la competición de vela de Palm Beach. Las carreras se desarrollaron con gran interés…
5:00 Helène Scott. Palm Beach. Las condiciones de trabajo son muy malas aquí. Quisiera solicitar una consulta. La oficina principal se niega a tomar medidas. Brooks. Gerente.
5:34 Trabajadores, atención. Pedid juego limpio. La ley está de vuestro lado, pero los jefes están contra vosotros.
5:51 El mismo telegrama que en 5:00
6:35 Brooks. Conservera Scott. Tampa. Las dificultades de las fuerza laboral no me interesan. Le pido no vuelva a molestarme. Helène Scott.
7:03 Si tienes miedo de ser superado por el viento en calma, puedes quedarte.
8:53 Salvada
9:34 Se salieron con la suya y se burlaron de nosotros.
9:50 La llevaremos a un médico en Tampa. Es lo mejor que podemos hacer.
10:20 La goleta llega con su cargamento.
11:20 ¿No podemos llevarla a nuestra casa, padre?
11:52 DESAPARICIÓN DE UNA RICA HEREDERA. En compañía de un joven muy conocido y distinguido, partó de Palm Beach en un velero. Sus conocidos están preocupados. La familia guarda el más profundo silencio…
12:15 No te preocupes… Sabremos de ellos cuando se les acabe el dinero.
12:58 ¿No recuerdas tu nombre?
13:14 Yo… no puedo recordar…
14:46 Tal vez su memoria vuelva, no es imposible.
15:05 En cualquier caso, informaré a las autoridades al respecto.
15:28 Brooks, el gerente de la fábrica de piñas, conoce a la chica desconocida.
15:59 Si no se puede determinar quién la conoce o con quién estaba relacionada, la ayudaré y le daré algo que hacer.
17:45 El inicio de una jornada laboral de 13 horas.
18:19 Nombre, nº trabajador, Edad, Salario diario
19:58 Si las mejoras mencionadas no se implementan de inmediato y, por lo tanto, no se cumplen nuestras demandas, se declarará la huelga general.
20:32 El mismo telegrama negando ayuda de Helène Scott.
20:42 La mujer que se atrevió a contestar esto es una asesina.
22:26 ¿No se podría construir una fábrica mejor?
22:45 Mismo telegrama
23:05 ¿Me has mostrado esto antes?
23:43 El final de una jornada laboral de 13 horas.
24:45 Damos dos días para arreglarlo todo… o lo dejamos todo…
25:06 ¿Pero no puedes ayudarles y prevenir una huelga?
25:21 Hice todo lo que pude, pero esto hace que todo lo demás sea imposible para mí.
25:33 Mientras tanto, la noticia sobre la goleta y la joven rescatada también llega a John Scott.
25:39 La goleta nº 27 de Conservas Scott, cargada de piñas, llegó ayer. A bordo se encontraba una joven desconocida de aproximadamente 25 años que había sido rescatada en la costa este de Florida hace tres días…
25:55 Tengo que ver a esa mujer… Empiezo a dudar de que mi sobrina esté jugando al ajedrez…
26:22 El jefe está enamorado de ella.
27:15 Yo mismo vigilaré la fábrica esta noche.
27:47 No pienses tanto en él, querida. Él es tu patrón y tú eres una trabajadora corriente a su servicio.
29:03 De esta manera pillamos inmediatamente al jefe y conseguimos el dinero de la empresa.
29:23 Voy a evitarlo. Ve a conseguir ayuda…
34:34 Junto a la cama de la enferma
39:36 La emoción le ha devuelto la memoria.
40:10 ¿Dónde estoy?
40:25 Sí, claro. Soy Helène Scott.
40:34 Su tío está ahora en Palm Beach. Le telegrafiaré para que venga aquí de inmediato.
41:44 Por primera vez en mi vida conocí a personas amistosas y caritativas que no esperaban una recompensa.
42:15 John Scott. Gran Hotel. Palm Beach. He encontrado a su sobrina aquí en Tampa. Envíe inmediatamente una chica con ropa. Detective O’Rourke.
42:59 Luego él dijo: «Así es como Helène Scott marca a fuego a sus esclavos».
44:02 Pero prométame que no le dirá quién es Helène Scott.
45:32 Te amo, ¿serás mi esposa?
45:47 Pero ni siquiera sabes mi nombre real, quién soy.
46:03 Eres la mujer que amo.
46:24 ¿Vendrás esta tarde para conocer m decisión, mi respuesta?
46:46 ¿Puedo venir temprano?
47:30 Sí, me ama… pero odia a Helène Scott.
47:50 La llegada del tío de Helène.
48:17 En esta familia me he vuelto muy feliz… es muy querida para mí… Puedes volver a irte solo con seguridad.
49:02 Ahora déjame sola… para explicarle todo.
49:53 Yo soy Helène Scott…
50:12 El telegrama.
50:19 No quiero una respuesta a mi pregunta de Helène Scott.51:07 La luz que se elevó…
51:17 La vieja Helène Scott está muerta… ¿no me ayudarías a liberar a sus esclavos?

La representación del conflicto trabajo-capital en los primeros años del cine estadounidense

Publicada originalmente en Espai Marx.

Si bien nuestra intención en la serie de artículos que vamos presentando es centrarnos en la historia del cine militante país por país, en el caso de Estados Unidos vamos a incluir una especie de preliminar para reflejar un fenómeno que, aunque no es exclusivo de los EEUU, dado el gran nivel de producción ya desde sus primeros años, fue especialmente significativo: una representación relativamente abundante en su filmografía del conflicto trabajo-capital y de los movimientos políticos, sindicales y sociales implicados.

En la obra que hemos seguido fundamentalmente para redactar estas líneas, el trabajo de Steven J. Ross Working-class Hollywood, dicho autor identifica al menos 605 películas hechas entre 1905 y abril de 1907 que pueden ser clasificadas como películas sobre la clase obrera. Hay que tener en cuenta que en esta época la producción anual, por lo general de películas de una sola bobina, era de unas 4.000-5.000 películas anuales solo en este país. De este bloque formarían un subconjunto aquellas que pertenecen a lo que él denomina ‘género capital-trabajo’. Él considera que de estas se realizaron al menos 274. De las 244 que pudo determinar su perspectiva política, considera que un 46% (112) eran liberales en el sentido estadounidense del término, lo que quizá podríamos también denominar reformistas; un 34% (82), conservadoras; un 9% (22) anti-autoritarias; un 7% (17), populistas y un 4% (11), radicales (p. 57)

Como comentábamos en alguna entrada anterior, no es extraña esta abundancia de películas sobre la clase trabajadora. No en vano, constituían el grueso de sus espectadores. La reducción de las horas de trabajo y el aumento de la población urbana permiten la consolidación de salas de cine, los conocidos ‘nickleodeons’, en los que una población de inmigración reciente que aún no conoce bien el idioma puede pasar unas horas de ocio sin necesidad de dominarlo. De esta forma, los trabajadores acuden en masa al cine. En 1910, 26 millones de personas, cerca del 30 por ciento de la población del país, acude a los cines cada semana. En 1920, serán ya 50 millones, la mitad de la población.

El ‘género’ capital-trabajo

Ross considera que podemos hablar de las películas sobre el conflicto trabajo-capital como un auténtico género. Como en cualquier otro, esto significa que el público tiene alguna idea previa de qué es lo que puede esperar. Las películas del género capital-trabajo eran un subconjunto de las películas en las que se representaba a la clase trabajadora, con la particularidad de que exploraban las luchas entre sindicatos, huelguistas, capitalistas, la policía, el gobierno y sus tropas. Otra característica es que, en lugar de centrarse en sectores de los trabajadores no organizados, como lo eran en general mujeres y niños, las tramas suelen centrarse en hombres adultos trabajando en los sectores industriales más organizados: minas, fundiciones, ferrocarriles, etc. También las actividades de determinadas organizaciones políticas: socialistas, anarquistas, nihilistas y comunistas.

Reflejaban la diversidad de esos tiempos de la historia estadounidense que podemos condensar en cinco visiones principales: la conservadora y patronal, la reformista o liberal, la populista, la anti-autoritaria y, finalmente, la radical.

Desde la perspectiva que tenemos hoy, puede parecer extraño que las productoras comerciales considerasen si quiera la creación de este género, aún fuese para la propaganda desde un punto de vista de la burguesía dominante, pero no debemos olvidar que buena parte de los grandes magnates de la industria eran judíos que procedían de ambientes obreros, y el cine de los primeros tiempos hubo una presencia muy notable de lo que podríamos considerar ‘outsiders’: minorías étnicas, muchas mujeres en puestos de responsabilidad (directoras, guionistas, productoras…). Por poner un ejemplo quizá un peculiar porque acabó descabalgado del mundo de las grandes productoras, William Fox, Wilhelm Fried de nombre real, el Fox de la Twentieth Century Fox, se consideraba en su juventud un «talking Socialist» e insistía en que nunca había olvidado las lecciones que había aprendido de líderes radicales en el Lower Est Side de Nueva York en el que creció. En 1933 en el libro Upton Sinclair Presents William Fox, en el que colaboraba con el famoso escritor ‘radical’ estadounidense, decía Fox que en su juventud «Estaba convencido de que el sistema entonces en funcionamiento estaba mal, y que el sistema social del mundo adecuado debería ser socialista. Despreciaba el capital y el capitalismo». Naturalmente, todo tiene un límite, y prácticamente todas las películas con una visión radical fueron realizadas por pequeñas compañías independientes. Pero veámos ahora una muestra de cada una de estas grandes visiones del conflicto capital-trabajo.

Visión conservadora y gubernamental

Las películas con esta visión presentan la actividad de los trabajadores, sindicatos o radicales de la peor manera posible, sin explicar nunca la causa de las huelgas o el descontento obrero. La trama solía seguir un patrón similar: un líder sindical, un agitador forastero, lleva a los trabajadores previamente felices a la locura hasta convertirlos en una muchedumbre enfurecida. Las huelgas invariablemente se vuelven violentas y se queman fábricas o la casa del amo. Al final, se evita el desastre gracias a las calmadas palabras de este, el repentino descubrimiento de los motivos ocultos del agitador, o el uso de una fuerza externa (la policía, el ejército o la policía privada) para restaurar el orden.

Algunos ejemplos de estas películas ordenadas por la fecha de producción pueden ser:

The Nihilists [Los nihilistas] (1905), The Voice of the Violin [La voz del violín] (1909), The Iconoclast  [El iconoclasta] (1910), The Dynamiters [Los dinamiteros] (1911), Tim Mahoney, The Scab [Tim Mahoney, el esquirol] (1911), The Strike at the ‘Little Jonny’ Mine [La huelga en la mina ‘Little Jonny’] (1911), The Strike at the Mines [La huelga en las minas] (1911), The agitator [El agitador] (1912), A Million dollars [Un millón de dólares] (1913), A poor relation [Una pobre relación] (1914), The Strike [La huelga] (1914), Playing Dead [Haciéndose el muerto] (1915), o Bill joins the WWWs [Bill se une al WWW, un guiño para referirse al sindicato revolucionario IWW] (1915),

Presentamos como muestra una de estas películas que todavía se conservan, aunque no sea la más representativa sobre el conflicto laboral. Se trata de The Voice of the Violin (1909), en la que vemos como un desengaño amoroso lleva a un profesor de música a la revolución anarquista dinamitera con un lema bien simple acompañado del gesto correspondiente, que se repite varias veces a lo largo del corto: «No high; No low; All equal!». A destacar los barrocos ritos y ropajes anarquistas y la firma con sangre de su compromiso revolucionario:

Podemos incluir aquí un conjunto de películas sobre el mundo laboral encargadas o realizadas a medias entre las productoras cinematográficas y la patronal. Su objetivo es presentar un ‘modelo’ de comportamiento para convertirse en un auténtico estadounidense y triunfar en la vida y cómo es la patronal la que en realidad se preocupa por las condiciones de seguridad en el trabajo. Alguna de ellas son: The Workman’s Lesson [La lección del trabajador] (1912), The Crime of Carelessness [El crimen de la falta de cuidado] (1912), An American in the Making [La formación de un estadounidense](1913), The Miner’s Lesson [La lección del minero] (1914) o Sanitation in Mining Villages [Saneamiento en las aldeas mineras] (1915)

Presentamos un par de películas de muestra. Ambas insisten en la cuestión de la seguridad en el trabajo, insistiendo siempre en que es el patrón o el encargado el que insiste a los obreros ignorantes o negligentes en la necesidad de seguir las medidas de seguridad. En el segundo, The Crime of Carelessness [El crimen de la falta de cuidado] vemos que, aunque el empresario tiene parte de culpa por no dejar libres las salidas de incendio, en realidad el responsable de la tragedia es un obrero descuidado. ¿Por qué estas dos películas en este mismo año? Porque un año antes se había producido una de las mayores tragedias laborales en la historia del país hasta el momento: el incendio en la fábrica Triangle Shirtwaist de Nueva York en el que habían muerto 146 trabajadores, en su mayoría mujeres jóvenes inmigrantes de origen italiano y judío, y agravado por la imposibilidad de que las trabajadoras saliesen de la fábrica pues todas las salidas de incendio estaban bloqueadas para impedir que los trabajadores saliesen para tomarse un respiro. Obviamente estas películas eran un intento por demostrar la inocencia de la patronal y su interés por la mejora de las condiciones de seguridad en el trabajo.

Visión liberal

Como hemos indicado anteriormente, la mayor parte de las películas sobre el conflicto capital-trabajo adoptan un punto de vista liberal o reformista. Criticaban a los capitalistas avariciosos, condenaban la explotación de los trabajadores y hacían un llamamiento a la cooperación entre ambos, abogando por el reformismo, no el radicalismo, como el mejor método para resolver las disputas laborales. De esta forma, por ejemplo, no era extraño presentar con una imagen positiva posturas similares a las del principal sindicato reformista estadounidense, la AFL.

Entre las películas más destacadas encontramos: The Right to Labor [El derecho al trabajo] (1909), The struggle [La lucha] (1913), The better man [El mejor hombre] (1914), The blacklist [La lista negra] (1916), The Bruiser [El matón] (1916) o The Valley of the Moon (1914) –basado en el relato homónimo de Jack London– o The Royal Pauper [El pobre real] (1917). Algunas de ellas tenían un cierto contenido feminista, como The Girl Strike Leader [La dirigente de la huelga] (1910), The Long Strike [La larga huelga](1911), The High Road [El buen camino] (1915), o Her Bitter Cup [Su copa amarga] (1916)

Dos de las más curiosas son The Dawn of Freedom [El alba de la libertad] (1916) en la que el héroe vuelve a la vida para luchar por los derechos de los trabajadores tras 150 años de animación suspendida, y Spirit of the Conqueror [Espíritu del Conquistador] (1914) en que el protagonista que debe resolver el conflicto entre el capital y el trabajo es ni más ni menos que Napoleón reencarnado…

The blacklist (1916)

Sin duda una de las más interesantes es The Blacklist, dirigida por William C. de Mille, con un cine muy diferente al de su hermano Cecil –era yerno del intelectual progresista Henry George–. La película tiene como base argumental otra de las grandes tragedias de las luchas del movimiento obrero estadounidense de la época, la masacre de Ludlow de 1914, cuando tropas de la Guardia Nacional de Colorado y matones de la patronal asaltaron un campamento de mineros en huelga asesinando además de a varios mineros a mujeres y niños. En la película los propietarios de la mina crean «un estado de práctica esclavitud», elaboran listas negras de los trabajadores descontentos y gobiernan mediante el uso de guardias armados. Se ve también cómo se dispara a huelguistas inocentes y cómo sus tiendas son quemadas por matones de la compañía.

No hemos podido localizar ninguna copia de la película, por lo que presentamos otros dos ejemplos de cine liberal. El primero, sobre una huelga en una pequeña fundición. The Girl at the Cupola [La chica en el horno de fundición] (1913) y el segundo sobre la explotación de un grupo de trabajadores madereros, Toil and Tyranny [Trabajo duro y tiranía] (episodio 12 de la serie de Pathé Who Pays? [¿Quién paga?]) (1915)

Visión populista

El populismo es una tradición política estadounidense especialmente relevante a finales del siglo XIX y principios del XX representada en partidos como el Partido Populista o en organizaciones obreras como Los Caballeros del Trabajo. Desde su punto de vista el mundo se dividía en dos clases: productores, entre los que se incluían también los propietarios de las empresas, y no productores, que vivían de parasitar a los primeros: monopolistas, propietarios absentistas, banqueros, especuladores… En general, se limitaban a reflejar la injusticia de la situación, pero sin ofrecer ninguna alternativa. Los trabajadores suelen ser representados resignados a su destino.

Han quedado numerosas muestras de películas reflejando esta visión del mundo, por lo que ofreceremos solo un par de ellas aunque se pueden ver el resto siguiendo el enlace a los títulos. Son muestras de cine populista: The Kleptomaniac [La cleptómana] (1905) de Edwin S. Porter, donde vemos la diferencia de trato judicial entre una mujer rica que roba en unos grandes almacenes y una madre desesperada que roba un poco de comida, The Usurer [El usurero] (1910), Children who Labor (1912), sobre las duras condiciones de trabajo de los niños a principios del siglo XX, o From the Submerged [De los sumergidos](1912)

Pero sin duda la figura más destacada del cine populista es D.W. Griffith. Aunque solemos asociarlo al cine claramente racista de El nacimiento de una nación, a lo largo de su carrera, y especialmente en sus primeros años, Griffith realizó numerosas películas en las que solía presentar en montaje alterno la situación de clase trabajadora explotada y de sus explotadores. Y no debemos olvidar que en el origen de Intolerancia se encuentra uno de sus fragmentos que podemos asociar a este punto de vista: The Mother and the Law.

Para no extendernos demasiado ofreceremos solo dos ejemplos de este director: The song of the shirt [La canción de la camisa] (1908), sobre las duras condiciones laborales de las costureras que trabajaban a domicilio, a merced de la decisión de sus empleadores sobre la calidad de su trabajo, y A Corner in Wheat [El acaparamiento de trigo] (1909), en el que vemos, como un antecedente de la famosa escena de Único testigo, cómo el acaparador acaba sepultado por su propia mercancía.

Anti-autoritario

La mayor parte de las películas que hemos presentado hasta ahora son melodramas, una de las formas más comunes de presentar las dificultades de la vida cotidiana y el conflicto laboral y político. Pero no debemos olvidar que existía una abundante producción cómica, y que buena parte de ella tenía un cierto contenido crítico. Si no de oposición directa al capitalismo, sí de burla de sus autoridades. De hecho, esta burla de alguna de ellas, especialmente de la policía, muy probablemente hubiese sido imposible que se aceptase en un formato más serio. No debemos olvidar también que muchos de los principales actores y directores de la época tenían orígenes muy humildes, y no siempre los olvidaron cuando consiguieron fortuna y posición. La actriz cómica más popular del cine mudo, Mabel Normand, hizo campaña por el Partido Socialista en 1913, y parece incluso que tenía simpatías por el principal sindicato revolucionario de esos años en EEUU, los wobblies, como era conocido el IWW. Simpatías compartidas con sus compañeros de Keystone Mack Sennett y Charles Chaplin. En varias de sus películas solían aparecer sus siglas en alguna pared, como podemos ver en esta escena de Fatal Mallet [El mazo fatal] (1914) protagonizada por los tres:

Las siglas de la IWW en Fatal Mallet (1914)

Sería muy extenso por su ambigüedad el listado de las películas que podemos considerar antiautoritarias, pero Ross en su obra presenta las siguientes: The Coal Heavers [Los estibadores de carbón](1904), The Coal Strike [La huelga de carbón](1905), The Coal Trust and the Winter Sun [El trust del carbón y el Sol de invierno], Witness Mochefeller [Testigo Mochefeller] o The Egg Trust [El trust del huevo, en el que se forma un trust para acaparar todos los huevos del mundo](1910)

Especial atención merece la obra de Chaplin, sobre la que no podemos extendernos. Por citar alguna de sus obras que podríamos enmarcar en esta tendencia, especialmente en sus primeros años, podemos destacar Making a Living [Ganándonse la vida, su primera aparición en las pantallas] (1914), Work [Trabajo] (1915, Essanay), The Pawnshop [La casa de empeños] (1916), The Floorwalker [El jefe de departamento] (1916), The Count [El recuento] (1916) o The Rink [La pista de patinaje] (1916). Como muestra presentamos una de ellas, Work, en la que una familia de clase media está más preocupada por la posibilidad de que Chaplin les robe que no por el desastroso trabajo que está realizando:

Visión radical

Llegamos por fin a aquellas películas que presentan una visión radical de la relación entre capital y trabajo. En esta entrada nos vamos a limitar a aquellas realizadas por una productora ‘normal’, dejando para nuestra próxima entrada aquellas realizadas por un colectivo, de manera que podamos hablar de cine militante.

Aunque naturalmente eran muy diversas entre sí, podemos considerar películas radicales a aquellas que proponían el socialismo u otra variante radical como solución a los males del capitalismo, o ofrecían una dura crítica del capitalismo en su conjunto, no de capitalistas individuales.

Ciertamente, no fueron muchos, pero hubo un cierto número de cineastas que quisieron ofrecer una visión positiva de los socialistas, sus luchas y objetivos. Entre ellos se encontraban directores (Ashley Miller, Augustus Thomas), guionistas (Julian Lamothe), y actores o actrices (Francis X. Conlan, Frank Keenan, Charlie Chaplin, Viola Barry) que se consideraban socialistas o simpatizaban abiertamente.

Por desgracia no he podido localizar ninguna copia de estas películas, si es que se han conservado, pero ofreceremos al menos un listado y el comentario de alguna de las más interesantes. Según el listado de Ross, serían estas:

A Martyr to His Cause [Un mártir de su causa] (1912), From Dusk to Dawn [De la oscuridad al amanecer] (1913), Why [¿Por qué?] (1913), What Is to Be Done? [¿Qué hacer?] (1914), The Jungle [La jungla] (1914), Money [Dinero] (1914), The Lost Paradise [El paraíso perdido] (1914), The Eternal City [La ciudad eterna] (1914), The Rights of Man [Los derechos del hombre] (1915), The Strike at Coaldale [La huelga en Coaldale] (1916) y Dust [Polvo] (1916).

Una de las más destacadas por su elaboración, A Martyr to His Cause, la presentaremos en nuestra próxima entrada pues al estar realizada por el sindicato AFL podemos considerarla cine militante. Lo mismo sucede con From Dusk to Dawn puesto que, aunque realizada por una productora, contó con la colaboración e impulso del Partido Socialista y la consideraremos también cine militante.

De las restantes, quizá la más interesante sea The jungle, adaptación para la pantalla de la novela de mismo título de Upton Sinclair, publicada en 1906.  De hecho, el propio autor sale en la película, interpretando el papel de un orador inspirado en la figura del político Eugene V. Debs.

Upton Sinclair en The jungle (1914)

La película narra la vida de una familia emigrante lituana y las duras condiciones de la industria cárnica del Chicago de la época. Jurgis, su protagonista, se convierte al socialismo, pierde a su familia y termina trabajando y viviendo en una comunidad rural cooperativa de carácter socialista en la que hombres y mujeres viven en igualdad.

The Jungle, escena final
Cartel de la película

Bibliografía utilizada

Steven J. Ross. Working-Class Hollywood: Silent Film and the Shaping of Class in America. Princeton University Press, 1998

Del mismo autor hay una página web educativa en la que se presenta una versión muy reducida de esta obra, con ejercicios: Visualizing Ideology: Labor vs. Capital in the Age of Silent Films

¿Eisenstein como Don Quijote?

No exactamente. No hay ninguna documentación que acredite que Eisenstein esté actuando como Don Quijote sobre Rocinante, o, más probablemente, sobre Clavileño, bajo la forma de proyector de cine. La imagen forma parte de la famosa ‘película perdida’ del director soviético, conocida como Tempestad sobre La Sarraz, aunque es un título facticio creado años más tarde porque el original hubiese sido, según el artículo y entrevista que escribió al respecto Ernesto Giménez Caballero, Triunfo del cinema independiente y vejamen del comercial. ¿Giménez Caballero?¿El fascista? ¿Haciéndole una entrevista al director soviético? Y para complicar más las cosas, el origen de esta entrada se encuentra en la última que publicamos, sobre cine militante francés y la figura de Léon Moussinac, crítico del periódico comunista L’Humanité. Pues sí, veamos con más calma qué hacía así vestido Eisenstein, por qué le entrevistó Giménez Caballero y qué hacía con ellos el crítico y teórico del cine francés.

Castillo de La Sarraz

Construido sobre un espolón rocoso en el límite de las tierras de la abadía de Romainmôtiers, en el cantón suizo de Vaud, se encuentra el castillo de La Sarraz. En 1902 lo hereda Henri de Mandrot, quien en 1911 crea la Société du Musée Romand a la que lo lega. A su muerte en 1920, su esposa, Hélène Revilliod, Hélène de Mandrot de casada, procedente de una familia patricia de Ginebra y aficionada a las artes, conserva el usufructo. En 1922 crea la Maison des Artistes de La Sarraz, alojando a artistas plásticos en estancias veraniegas. Pero su proyecto más conocido será la celebración de algunos congresos internacionales relacionados con las artes. El más importante es sin duda el primero, el Congreso Internacional de Arquitectura Moderna celebrado en el castillo en 1928 y elemento fundamental del movimiento moderno (o estilo internacional) en arquitectura en los siguientes 30 años. Y por fin llegamos a lo que nos interesa: en el año 1929 se celebra en este ‘marco incomparable’ el I -y último- Congreso Internacional de Cine Independiente.

La iniciativa partió de un grupo de críticos cinematográficos parisinos: Robert Aron, director de la revista Du cinéma y familiar de de Mandrot; Jean George Auriol, su redactor jefe; y Janine Bouissounouse, colaboradora de la publicación y ayudante de realización de un par de películas de Alberto Cavalcanti, quien también participará en la reunión de La Sarraz aunque no salga en las fotos. Por Francia también irá nuestro ya conocido Léon Moussinac, crítico de cine de L’Humanité, autor de obras sobre cine y animador de cineclubs. No está muy claro el proceso de selección de sus participantes. Hasta el verano no está confirmada la participación de los soviéticos, pero finalmente parece que acudirá Dziga Vertov, que se encontraba en Berlín -recordemos que la presencia de directores soviéticos en Alemania será muy habitual en estos años: Vertov, Pudovkin, Eisenstein, Dovzhenko, Esfir Shub…-. Finalmente, se aprovecha la visita de Eisenstein a Alemania para sonorizar La línea general y este decide participar acompañado de varias personas más aunque finalmente la policía suiza no dejará entrar mas que a Eisenstein, su ayudante Alexandrov y su cámara Tissé -estaba prohibida la entrada de ciudadanos soviéticos en Suiza-. Pero Vertov había renunciado a ir. Llaman la atención otras ausencias para un encuentro pensado para reunir a artistas de cine de vanguardia no ya de Europa sino de todo el mundo. Algunos por decisión propia, probablemente, pero otros simplemente porque no fueron invitados, como los miembros de la revista británica Close Up.
Finalmente las delegaciones quedarán así:

Alemania : Béla Balázs (aunque fuese húngaro trabajaba en Alemania), Hans Richter (pintor y cineasta), y Walter Ruttmann (cineasta).
Inglaterra: Jack Isaacs, e Ivor Montagu, ambos de la Film Society de Londres.
Austria: Fritz Rosenfeld, crítico de la Arbeiter-Zeitung de Viena y corresponsal de Filmliga de Amsterdam.
España: Ernesto Giménez Caballero representante del Cine Club Español.
Estados Unidos: Montgomery Evans, crítico y director de una sala de cine (Fifth Avenue Playhouse, Nueva York)
Francia: los la citados Robert Aron, Jean George Auriol, Janine Bouissounouse, Alberto Cavalcanti (brasileño residente en Francia) y Léon Moussinac.
Países Bajos: Mannus H.K. Franken, representante de la Filmliga de Amsterdam.
Italia: Enrico Prampolini, pintor futurista, representante de los cineclub italianos, y Alberto Sartoris, arquitecto que ya había estado en el congreso anterior, el CIAM, representante también de los cineclubs.
Japón: Higo Hiroshi, director de sala y distribuidor (Cinema-Palace, Tokio) y Moichiro Tchuchiya (llamado Tsutya), crítico de Kinema Junpo (París, Tokio)
Suiza: Robert Guye, del cineclub de Ginebra y coorganizador del congreso; Arnold Kohler, crítico, miembro del cineclub de Ginebra; Alfred Masset, del cineclub de Ginebra, Georg Schmidt, de la Schweizerischer Werkbund (Basilea)
Unión Soviética: Sergei Eisenstein; Grigori Alexandrov (ayudante de dirección) y Eduard Tissé (cámara)
Traductores: Jean Lenauer, traductor del alemán, colaborador de Close Up y de Du cinéma; y André R. Maugé, traductor de inglés, crítico en Du cinéma.

En las fotografías de grupo faltan Cavalcanti y Giménez Caballero, que llegó un poco más tarde.

Los participantes del CICI, La Sarraz, 1929. Foto de Jéchiel Feldstein-Imbert, Lausana. Colección de la Fondation Sartoris, Cossonay (Suiza)
En primera fila, de izquierda a derecha: Robert Aron (de pie), Grigori Alexandrov (sentado a la izquierda), Eduard Tissé (sentado a la derecha), Janine Bouissounouse (recostada sobre Tissé).
En segunda fila: Léon Moussinac, Walter Ruttmann, Béla Balázs, Sergei Esenstein, Higo Hiroshi, Hans Richter.
En tercera fila: Ivor Montagu, Alberto Sartoris, Jean Lenauer, Alfred Masset (algo hacia atrás), Robert Guye, Mannus H.K. Franken, Georg Schmidt (en cuclillas).
En cuarta fila: Jean George Auriol, André R. Maugé, Arnold Kohler, Jack Isaacs, Fritz Rosenfeld, Enrico Prampolini (algo adelantado), Montgomery Evans y Moichiro Tchuchiya.

Para no alargar esta entrada, no vamos a entrar en el contenido del congreso, celebrado en cuatro sesiones plenarias entre el 3 y el 6 de septiembre de 1929. Las noches se dedicaban a la proyección de películas de vanguardia, El perro andaluz, entre ellas, por ejemplo. Citar simplemente que además de un repaso a la situación de la difusión del cine de vanguardia en los diferentes países, dos eran los ejes que dominaron las discusiones: la creación de una liga de cineclubs a nivel internacional, y la creación de una productora también internacional de cine de vanguardia. Hasta se llegó a crear la Coopérative Internationale du Cinématographe Indépendant, con sede en París, de la que Alberto Sartoris fue nombrado Consejero Artístico, pero que fue pronto disuelta. Quizá por encontrarse el cine mundial en un momento de transición, con el paso al sonoro, no parece que los proyectos tuviesen demasiado futuro. Para las actas del congreso, remitimos al artículo correspondiente de la revista Archives que citamos en la bibliografía.

Sesiones plenarias del CICI.

El Congreso se divierte

No sé exactamente qué día, quizá el 7, cuando terminó el Congreso, pero así narra Montagu lo que sucedió: «Durante tres o cuatro horas nuestros visitantes soviéticos se comportaron impecablemente, y entonces sugirieron que deberíamos todos dejar de hablar y hacer una película. La consecuencia inmediata de este propuesta, que por supuesto el resto de nosotros aceptamos de inmediato, fue la aniquilación total de la pobre madame de Mandrot. Sus preciosos escudos, disfraces y cascos y armas antiguas raras … todo era arrancado de las paredes. Entonces todos fuimos alistados por Eisenstein y sus dos amigos en una película que era realmente un símil dramático del cine comercial, en el que el arte del cine era en un principio prisionero y rescatado por los intelectuales reunidos en La Sarraz. Todos vestían trajes de diversas formas y colores y períodos de la historia, pero Eisenstein tuvo cuidado de no convertirse en director. Él solo corría como un ‘currante’ cualquiera. Fue mi primera presentación a él, y lo que más recuerdo de todo es su espíritu juvenil.». Y así lo narra Giménez Caballero en un artículo para el periódico El Sol el 6 de octubre de 1929 (p. 8): «Con el alemán Richter [Eisenstein] planeó un film del Congreso de La Sarraz, en el cual figuraba una pequeña farsa simbólica: «Triunfo del cinema independiente y vejamen del comercial».
Con las armaduras y espadones y mediévicos utensilios del venerable castillo romanche, en seguida Eisenstein y sus dos operadores lograron escenas sorprendentes, trucos admirables.
Todos estábamos colgados de la rapidez de aquellos tres hombres para operar seriamente sobre improvisaciones chuscas. Eisenstein ordenaba cada escena, explicaba los movimientos del actor o actores, llevaba el compás de los gestos, aprobaba o recusaba.
Sus dos operadores -vestidos, como Eisenstein, con mono azul de lana- enfocaban. Cuando tenían el disparadero a punto, Eisenstein daba el visto bueno y se giraba la escena.
De cuando en cuando, al sorprender Eisenstein la excesiva rigidez de alguno de los voluntarios actores, repetía sonriendo su observación favorita: «No hay actor que supere al campesino. Un buen actor lo es todo el mundo. Pero sobre todo el mundo, el campesino. Ni el intelectual ni el obrero tienen esa despreocupación genial ante la máquina que posee el hombre del campo»».
Giménez Caballero, por cierto, aunque no aparece como intérprete en las fotos que se han conservado del rodaje, también participó. O al menos así lo afirmaba en la primera frase de su artículo: «He tenido el placer de figurar en un primer plano de un film de Eisenstein (…)».

Ernesto Giménez Caballero en el congreso de La Sarraz

La película fue rodada en un solo día y al parecer nunca fue editada. La trama, de carácter bufonesco como hemos visto, en realidad recogía uno de los principales puntos de discusión del congreso: el conflicto entre el cine comercial y el cine de vanguardia artística. No parece casualidad que el Comandante del Ejército del Cine Comercial fuese Balász -del que por desgracia no hay imágenes interpretando-, porque son bien sabidas sus discusiones con Eisenstein así como su ruptura con Brecht tras la participación como guionista en la adaptación de La ópera de cuatro cuartos. Pero esa es otra historia sobre la que ya volveremos…

Porque según el guion de la película, Janine Bouissounouse, personificando el Espíritu del Cine Artístico y con dos carretes sobre sus senos, era encadenada en el castillo por el villano Béla Balázs, Comandante del Ejército del Cine Comercial, como decíamos, y tenía que ser rescatada por el Ejército del Cine Independiente dirigido por Eisenstein. De ahí la imagen que encabeza este artículo que nos recuerda a Don Quijote. No hay una referencia explícita, pero la lucha contra los molinos del cine comercial tampoco desentonaría en el guion. El rodaje se realizó por todo el castillo: en los jardines, subiéndose a los tejados, en los sótanos, etc. Jack Isaacs, que interpretaba el papel de un magnate del cine comercial, vestido con una pesada armadura con plumas de avestruz y un cartel sobre el cine comercial en su entrepierna, acababa cayendo de culo. Aparecían diversos fantasmas, uno de los cuales era Léon Moussinac vestido como D’Artagnan atacando al cine comercial, mientras Jean Georges Auriol, con un ejemplar de Du Cinéma como bandera, se unía a la lucha con su máquina de escribir convertida en ametralladora. También forman parte de las tropas libertadoras Walter Ruttman con un escudo con el lema «Por el cine independiente», Aron, etc. Uno de los congresistas japoneses, moviéndose como un actor de kabuki, y representando al cine comercial japonés, acababa haciéndose el harakiri y la dama era liberada.

Presentamos a continuación una galería de imágenes tomadas durante el rodaje por el fotógrafo Pierre Zénobel. Las fotografías fueron donadas a la Cinémathèque suisse, y es en una de sus páginas en las que aparecen.

La película perdida

El resultado final parece ser que fue una bobina de 61 metros o unos cinco minutos aproximadamente de duración. O para ser más exactos, al menos una de sus copias entre 5′ 33″ (a 24 imágenes por segundo) y 7′ 23″ (a 18). Su desaparición llevó a multitud de historias diferentes sobre lo sucedido: que en realidad Eisenstein y su equipo habían rodado sin cinta, como una especie de broma; que la película la había perdido en un taxi Hans Richter, que habría sido el encargado de su revelado en Londres; que la habían confiscado en Aduanas… Sabemos que al menos una copia llegó a Rusia, porque en el Museo de Cine de Moscú se conservan algunas imágenes reveladas, de las que solían cortar de la película rodada para asegurarse de que el material estaba en condiciones antes del revelado final. Pero la respuesta definitiva de su existencia aparece en el número de Archives antes citado y la sitúa en un lugar bastante insospechado: Tokio. En el artículo «Remous à Tokyo: histoire d’une épiphanie» de Roland Cosandey se nos explica como al menos una copia de Cine-Kodak en 16 mm fue proyectada en una de las sesiones de Prokino, la organización comunista japonesa sobre la que pronto volveremos en estas páginas. Al parecer, uno de los participantes japoneses, Higo Hiroshi, el 28 de octubre de 1929 embarca en Nápoles con destino a Japón. Se lleva con él varias películas de vanguardia: Rien que les heures (1926) y En rade (1927) de Alberto Cavalcanti; La Malemort du canard de Silka; Brumes d’automne de Dimitri Kirsanoff (1926); L’Etoile de mer de Man Ray y Robert Desnos (1928); La Coquille et le Clergyman de Germaine Dulac y Antonin Artaud (1928); y La Zone de Georges Lacombe (1928). Probablemente en este lote estaba incluida la película que nos ocupa. La película es presentada a la estricta censura japonesa con el título de Kokusai Dokuritsu Eiga Kaigi, o sea, Congreso Internacional de Cine Independiente. Pero cuando sea exhibida, en la sesión de Prokino a la que hacíamos referencia, lo hará con el mucho más potente de La batalla (o la conquista) de Hollywood. No se sabe qué sucedió con esta copia proyectada. Finalmente la cinta fue incluida en la lista de películas prohibidas con el número E 7612 –prueba de que siguió existiendo al menos durante un tiempo. El Museo Nacional de Arte Moderno todavía mantiene ese número de inventario, pero hace décadas que la película desapareció. Quizá desapareciese en los bombardeos sobre Tokio de 1945. En palabras de Montagu: «Probablemente su ausencia significó un empobrecimiento de la historia del cine y no tanto de los filmes artísticos».

Bibliografía utilizada

-Sin ninguna duda la fuente principal es el número 84 de la revista Archives del Institut Jean Vigo de Perpignan. Un número monográfico publicado en abril de 2000 con el título «Le 1er Congrès international du cinéma indépendant: quand l’avant-garde projetait son avenir: La Sarraz, septembre 1929», coordinado por Roland Cosandey y Thomas Tode. El número fue amablemente cedido a la Cinématheque suisse para su reproducción. Se encuentra en esta dirección.

-Las imágenes que hemos utilizado en esta entrada proceden del número especial de Archives o de la donación de las fotografías de Pierre Zénobel a Cinémathèque suisse, en una de cuyas páginas aparecen.

-Para la descripción de Ivor Montagu sobre la decisión de filmar la película hemos utilizado el libro de Ronald Bergan Sergei Eisenstein: a life in conflict. Nueva York: Arcade, 1997.

-Dos son los escritos de Ernesto Giménez Caballero sobre su participación en el Congreso de La Sarraz: el artículo en El Sol del 6 de octubre de 1929 (p. 8) y el de la Gaceta literaria del 1 de octubre de 1929.

-La referencia a imágenes conservadas en Moscú procede del artículo para Russia Beyond de Tatiana Pigariova Serguéi Eisenstein en el papel de Don Quijote (2015).

-La información sobre el número de censura en Japón procede del artículo The lost film of Sergei Mikhailovich Eisenstein de Christophe Vuilleumier.

-Por último, Eisenstein, en el castillo de la Sarraz (2010), de Arturo Garmendia, es un artículo para Cineforever.com que resume en castellano datos sobre el congreso extraídos fundamentalmente de la revista Archives.

Cine militante francés en el periodo mudo. II, hasta 1929

Publicado originalmente en Espai Marx

Habíamos visto en nuestra entrada anterior las experiencias cinematográficas del movimiento revolucionario francés hasta la 1ª Guerra Mundial. En esta segunda sección nos dedicaremos al periodo desde el final de esta guerra hasta principios de los años 30, cuando el paso al sonoro y el desarrollo de las experiencias cinematográficas de los militantes de izquierda hacen que se produzcan una serie de cambios que requieren un estudio diferenciado.

Como sabemos, la mayoría del Partido Socialista Francés se pasó en bloque a la Internacional Comunista en el Congreso de Tours de 1920. La primera noticia que tenemos de producción militante es la realización en 1923 por parte del partido resultante, el Partido Comunista Francés, de una serie de «Films Humanité». Consistieron en la grabación de cuatro noticieros o documentales: la manifestación del 1º de Mayo, las huelgas en Elbeuf (grabación confirmada por los informes de la policía local), los funerales de un militante argelino asesinado por la policía y el aniversario de la Comuna. No se ha conservado ninguna de estas grabaciones, o al menos no están disponibles en el archivo del PCF. Las primeras muestras que tenemos en Ciné-archives: fonds audiovisuel du PCF, mouvement ouvirer et démocratique son de algunas actividades y dirigentes del partido, posiblemente no de realización propia y algunas de ellas grabadas en Rusia, por ejemplo.

Una figura clave de estos primeros años es la del periodista e intelectual miembro del partido León Moussinac. Hijo de un inspector de ferrocarril, debe pronto a empezar a trabajar debido a la muerte de su progenitor y pasa más tarde ocho años en el ejército antes y durante la 1ª Guerra Mundial. En 1919 escribe su primer artículo para la revista Le Film que dirige su amigo de infancia Louis Delluc. Cuando se licencia, se convierte en crítico cinematográfico en la revista Mercure de France y después en el diario L’Humanité a partir de 1923, donde escribe una crítica de cine semanal. Hay que destacar que su director, Paul Vaillant-Couturier, también concede mucha importancia al nuevo arte. Moussinac se une al PCF en 1924. En 1925 reune por primera vez sus trabajos teóricos e históricos en su obra Naissance du Cinéma.

Muy activo en el seno del movimiento asociativo Ciné-Club de France, se queja sin embargo de que los clubs no se preocupasen más que de la defensa de los intereses económicos o artísticos de la profesión, por lo que en febrero de 1925 concibe, a petición del partido, el programa de una proyección itinerante bautizada ‘le Cinéma du peuple’. Confia en que al educar el público en las sutilezas del lenguaje cinematográfico influirá sobre el cine porque las élites «han dejado establecerse una potencia financiera cinematográfica hostil al arte y una fuerza mercantil a la que se trata ahora de dar la vuelta». En diciembre de 1925 el diputado comunista Paul Vaillant-Couturirer presenta en la Cámara un proyecto del que es autor para que se cree un museo, una biblioteca de obras especializadas y una cinemateca.

Gracias a su acción en el seno del movimiento asociativo Ciné-Club de France se proyecta por primera vez en Francia El acorazado Potemkin en noviembre de 1926 y La madre de Pudovkin en 1927. En otoño de 1927 visita Moscú y conoce a los principales cineastas soviéticos, editando un libro sobre su viaje. En noviembre de ese mismo año se agrupan en Berlín diversas asociaciones ligadas de una u otra forma a diversos partidos comunistas con el objetivo de coordinar la propaganda a través del cine: Prometheus de Berlin, Prometheus de Zurich, Argus de Nueva York, el departamento de cine del Partido Comunista de Suecia y el del Socorro Obrero Internacional. Paralelamente, se crean por toda Europa asociaciones cinéfilas con el objetivo de difundir el cine de vanguardia, no exclusivamente el de carácter político revolucionario.

En este marco de confluencia de intereses políticos y cinéfilos se crea el 9 de marzo de 1928 la asociación ‘Les amis de Spartacus’. La lista de sus promotores muestra claramente su vinculación con el PCF: además de personalidades intelectuales vinculadas al partido como el ya citado Moussinac, Francis Jourdain y Jean Lods, se encuentran hasta seis miembros de su dirección: Georges Marrane, miembro del Comité central, el diputado Jean Garchery y Émile Dutilleul, tesorero del partido. Georges Marrane era además director de la Banque ouvrière et paysanne (BOP). Será esta entidad la que financia completamente ‘Les amis de Spartacus’.

El objetivo será la defensa del cine de vanguardia y contra un cine comercial considerado inepto y embrutecedor, así como combatir la manipulación de la conciencia de las masas por parte de este cine, considerado una especie de «opio del pueblo». En contrapartida, las películas de vanguardia se consideran una contrapropaganda con el objetivo de despertar la conciencia de las masas. La revolución estética se une a la revolución política y la asociación tiene el objetivo de unir las dos causas.

La exhibición del cine soviético en los circuitos comerciales estaba prohibida por el gobierno francés de la época. La forma de ejercer la censura era simplemente no otorgar licencias de explotación. A esta intransigencia de unas películas por otra parte exhibidas en numerosos países occidentales, se une una feroz campaña de represión anticomunista, muy especialmente contra su propaganda.

‘Les amis de Spartacus’ cuenta con una sala para 1.500 espectadores, abierta en junio de 1927 y bajo el control del partido comunista: el Casino de Grenelle, situado en el distrito 15 de París. El programa inicial de proyecciones incluye algunas de las mejores películas del cine soviético de la época: La madre en marzo de 1928, El acorazado Potemkin en abril, El fin de San Petersburgo en mayo y, durante el verano, se complementa con la proyección de películas suecas (El tesoro de Arne de Mauritz Stiller y Carlos XII de John Brunius, y estaban previstas sesiones dedicadas al cine francés, americano y alemán.

La empresa tiene éxito y ‘Les amis de Spartacus’ cuentan con cinco mil miembros en abril de 1928, más de ocho mil en mayo y más de 10.000 en junio, si bien el Ministerio de Interior en sus informes secretos habla de un máximo de cinco mil miembros en octubre. A partir del mes de mayo, por otra parte, se organizan sesiones en barrios en los que se crean ‘secciones’ de la asociación. En junio son ya una quincena, y paralelamente se crean otras en otras ciudades como Estrasburgo, Marsella o Clermont-Ferrand. El propio ministro de Interior, Albert Sarraut, reconoce que «los espectadores son numerosos, perteneciente a todas las clases de la sociedad».

La iniciativa no durará más que seis meses, afectada, según Vezyroglou, en quien nos hemos basado en buena parte de este relato, por la coincidencia de dos hechos: una implacable persecución policial y un cambio en la política de la Internacional Comunista que ya no intenta atraer a un público «burgués» sino acentuar una política de «clase contra clase», en la que este tipo de propaganda ya no tiene demasiado sentido.

La experiencia, no obstante, formará parte de ese proceso de acumulación de fuerzas en el ámbito cinematográfico que cristalizará, ya en los años 30, en toda una serie de proyectos que merecen ser tratados en otra ocasión.

Bibliografía consultada

-Christophe Gauthier, Tangui Perron, Dimitri Vezyroglou. «Histoire et cinéma : 1928, année politique».
Revue d’histoire moderne & contemporaine 2001/4 (nº48-4), pag.190-208 (versión electrónica)

-Dimitri Vezyroglou. «Le Parti communiste et le cinéma. Nouveaux éléments sur l’affaire Spartacus (1928)». Vingtième Siècle. Revue d’histoire 2012/3 (N° 115), pag. 63-74. (versión electrónica)

-Valérie Vignaux. «Léon Moussinac et L’Humanité du cinéma. Cinéma militant et militantisme culturel dans l’entre-deux-guerres en France». Études photographiques, nº 27, mayo 2011. (versión electrónica en francés y en inglés)
— «Cinéma militant : généalogie, trajectoires, paradigmes». Cinédidac. (versión electrónica)

-Tangui Perron. «Mouvement ouvrier et cinéma dans les années 1920». En: Jacky Evrard et Jacques Kermabon (ed.) Encyclopédie du court métrage Français, éd Yellow Now, 2004, 464 p. (versión electrónica)

-Entrada «Moussinac, Léon (1890-1964)» en el «Dictionnaire du cinéma français des années vingt». 1895. Mille huit cent quatre-vingt-quinze [en línea], nº 33, 2001. (versión electrónica)

José Estívalis, ‘Armand Guerra’ (1886-1939)

Armand Guerra (1886-1939)

Aprovechando nuestra reciente entrada en la que recordábamos la experiencia de Le cinéma du peuple, con la fundamental participación de Armand Guerra, vamos a hacer hoy una entrada sobre su figura. Produce una cierta melancolía que el que fuese probablemente el primer cineasta de izquierda en España, o al menos el primero que vamos a presentar aquí, tuviese un recorrido tan irregular. Y básicamente desconocido, hasta que un cierto boom por la restauración y montaje de su hasta entonces perdida Carne de fieras lo popularizase de nuevo relativamente. El hecho de que su mujer quemase sus papeles tras la invasión nazi de Francia es posible que ayudase a esta escasa repercusión de su figura. También están perdidas todas sus películas de 1918 y las de la Guerra Civil. Una de las cosas que más me ha llamado la atención, al preparar esta entrada, más que su capacidad como director, que me parece cuanto menos dudosa, han sido sus esfuerzos en otros aspectos de la industria cinematográfica: en primer lugar, por supuesto, la puesta en marcha de Le cinéma du peuple, pero también sus intentos por crear una productora, llevar el cine sonoro a España en una etapa tan temprana como 1926, o el proyecto de establecer un estudio en su Valencia natal. Si no por su filmografía, merece sin duda un reconocimiento por su continuada dedicación al cine durante más de veinticinco años, hasta su prematura y súbita muerte en el terrible 1939.

Primeros años: ver mundo, aprender idiomas, difundir la revolución (1886-1912)

Armand Guerra en 1918

Nuestro protagonista nace el 4 de febrero de 1886 en una familia campesina de Liria (Valencia). Su verdadero nombre era José María Estívalis Calvo y, Armand Guerra, que sería el que utilizaría en toda su carrera cinematográfica, sería uno de los varios seudónimos a lo largo de su vida: Silavitse (Estívalis al revés), Cantaclaro… Tengo una duda con Raphaël Clamour, que aparece como uno de sus seudónimos en la entrada de la Real Academia de la Historia, pero supongo que es un error, pues era una persona real, miembro del grupo de Le cinéma du peuple y director de la primera película que realiza esta asociación. Como se le atribuyen a Guerra todas las películas producidas, es posible que de ahí surja el error.

Como solía ser habitual para las familias campesinas que querían que sus hijos estudiasen, parece que fue enviado al seminario en Valencia, de donde salió convertido en un anticlerical. En 1899, a los 13 años, empieza a trabajar en una imprenta y el de tipógrafo será uno de los empleos más constantes a lo largo de sus numerosos viajes y estancias en otros países. De ideología anarquista, escribe sus primeros artículos en 1903. Participa en una huelga de tipógrafos en 1906 o 1907 y es encarcelado. Paralelamente, había empezado a actuar en teatros populares con obras adaptadas por Blasco ibáñez.

En 1908 iniciará el primero de sus numerosísimos viajes. Se desplaza a Niza con su hermano Vicente, también tipógrafo y colaborador habitual en muchas de sus empresas, y que utilizará en ocasiones el apellido ‘catalanizado’ de Estivill. Allí trabaja en una imprenta pero pronto se muda a Marsella y más tarde a París, donde contacta con los círculos anarquistas de la ciudad.

En 1909 ha vuelto a Barcelona, donde contacta al parecer con grupos anarquistas. Es testigo de la Semana Trágica y del fusilamiento de Ferrer i Guardia. Años más tarde, en su etapa parisina, intentará hacer una película sobre su figura. Quizá por ese ambiente político tan poco propicio, vuelve a Niza y se establece allí por un tiempo, trabajando de nuevo como tipógrafo. Participa muy activamente en los tres números que publicarán en el exilio desde esta ciudad francesa de Tierra y Libertad, en los que alterna su apellido real con el seudónimo de Silavitse.

Quizá más calmada la situación política, en 1910 vuelve a Barcelona, participando en actividades teatrales. Pero en 1911 marcha a Ginebra, donde frecuenta el grupo de Luigi Bertoni, editor de Le Réveil anarchiste. Atraviesa toda Italia para embarcar hacia El Cairo en 1911. Ayuda allí en la redacción del periódico trilingüe L’idea, con artículos en italiano, francés y griego. Según Jarry, la idea era integrarse en una pequeña comunidad anarquista italiana, unida en torno a una tipografía situada en pleno centro, cerca del bazar El Muski. Cuando se prohibió su publicación en árabe, dejó El Cairo, ante la imposibilidad de «poder sembrar la rebelión». Desde allí inicia un extraño periplo que le lleva hasta Grecia, Estambul, Braila (Rumanía), Salónica y más tarde, Belgrado. No tiene los papeles en regla y la policía intenta impedirle desembarcar en ningún puerto. Todos estos viajes los cuenta en varios artículos escritos para el periódico ¡Tierra!, de La Habana, que se publicará entre 1902 y 1915 y, según Soriano, también envía crónicas de películas y relatos sociales por entregas (Noble carroña, Justicia republicana, Rápida, de 1910; Los cordilleros, 1911; Recuerdo. Así habló un hombre fuerte, 1912), y la novela publicada allí en 1914 bajo el título Stefanoff presuntamente una conversación suya con un revolucionario búlgaro (de esta obra solo se ha hallado un ejemplar, ubicado en el Colegio Español de México).

Etapa francesa (1913-14): Le cinéma du peuple

Intérprete en La Comuna, a la izquierda

De vuelta de su viaje, tras una breve temporada en 1912 en Terrassa, vuelve a Francia, estableciéndose como tipógrafo primero en Toulouse, Deauville y Niza y finalmente en París. Teóricamente, allí realiza su primera película: Un cri dans la jungle, para Éclair. No lo pongo en duda, pero las únicas referencias que encuentro de esta película aparecen en artículos sobre Guerra, a menudo copiados unos de otros, y naturalmente en las propias declaraciones del cineasta que presentamos más adelante. En el catálogo de Éclair no aparece este título ni ningún otro dirigido por Armand Guerra o por José Estívalis. ¿Por qué la tercera empresa cinematográfica francesa en importancia tras Gaumont y Pathé iba a dejar dirigir una película a alguien recién llegado sin ningún tipo de experiencia? Parece, cuanto menos, dudoso. De lo que no hay ninguna duda es de que en 1913, mientras trabajaba como tipógrafo en la Maisson de la Presse, fue uno de los impulsores del grupo le Cinéma du Peuple. Acabamos de hacer una entrada sobre ellos, así que no me extenderé. A pesar de que se le suele atribuir la dirección, en la primera de las películas realizadas, Les misères de l’aigulle, Guerra según algunas fuentes se encarga de la fotografía, siendo dirigida por Raphaël Clamour. Las otras dos, Le vieux docker y La Commune I, serían ya dirigidas e interpretadas por él.

Así lo recordaba años más tarde…

Por Ia producción española en España
(…)

Hacia fines de 1912, estando yo trabajando en los talleres Éclair, en Epinay, vino a verme un conocido, perteneciente a la Unión de Sindicatos Obreros de París, y me dijo; «Nuestras organizaciones se quejan de la falta de películas sociales. La clase obrera las necesita. Puesto que ni el gobierno ni los productores de films se ocupan de este asunto, hemos creado nosotros una sociedad cinematográfica en el seno de nuestra Unión de Sindicatos, bajo el título «Le Cinéma du Peuple» («El Cine del Pueblo»). Hemos hecho 10.000 participaciones a 25 francos cada una, y ya las tenemos casi todas cubiertas. Dispondremos, pues, de 250.000 francos. (Hay que considerar el valor de esta suma en aquella época y lo baratas que costaban las películas.) Contamos contigo para la dirección artístico-escénica y como actor.» Pocos meses después, a principios de 1913, dimos comienzo a la primera película; «Les misères de l’aiguílle», cuyo protagonista corrió a cargo de la actriz Musidora; era ésta su primera película, y yo su primer director. La película fué bien acogida. Empecé acto seguido otra; «Le vieux docker», bajo mi dirección y actuando yo de protagonista. Ambas cintas obtuvieron un señalado éxito en Francia, en Bélgica y otros países, lo que nos hizo concebir una obra grande y costosa; «La Commune», cuyo argumento se dividió en dos partes. En la primavera de 1914 se estrenó esta película, grandiosa para la época, en la que tomaban parte unas 1.000 personas en las escenas de las barricadas. Y el éxito fué rotundo. ¡Ya las organizaciones obreras tenían su propia producción! Y la burguesía, ávida de ver películas de otro corte que las corrientes, llenaba igualmente los locales en que éstas se proyectaban. En suma, que «Le Cinéma du Peuple» llegó a ganar una popularidad extraordinaria. Preparábamos para más tarde la realización de «Germinal», de Zola, y se pensaba ya en la instalación de talleres propios, cuando sobrevino la guerra, y, con ella, la muerte del «Cinéma du Peuple», que nunca más volvió a resucitar. Tales son los hechos.

Popular Films, nº 256, 9 de julio de 1931

Esto era en 1931. En 1935 ya no solo trabajaba en Éclair sino que había hecho escrito, interpretado y dirigido una película y además sería él quien propuso la creación de Le cinéma du peuple. No sé, Rick…

Algo sobre la cooperativa UCCE

(…)

A raíz de un éxito que había conseguido yo-¡permitidme hacer trizas la modestia!-, único actor, director y argumentista español que actuaba en 1913 en París, con mi película «Un grito en la selva», argumentada, dirigida y protagonizada por mí, vino a felicitarme Bidamant, entonces secretario de la Unión de Sindicatos de Francia, y me habló de la conveniencia de rodar películas de interés social, para contrarrestar las estupideces burguesas que los editores todos servían al público, Viendo yo en esto una posibilidad de renovación del Cine –¡entonces ya!-, le propuse fundar una Cooperativa entre la clase obrera, por medio de una emisión de acciones de a 25 francos cada una.

(…)

Popular Films, nº 449, 28 de marzo de 1935

Probablemente debido a la presión policial en un país en guerra, abandona Francia y se instala en Valencia, donde trabaja en el teatro, hasta que regresa a París en la primavera de 1915 para ser expulsado de nuevo por una orden ministerial del 27 de septiembre de 1915. Se instala de tipógrafo en la neutral Suiza, en Lausana, y sigue colaborando en Le Réveil Anarchiste de Bertoni.

Primera etapa española : Cervantes-Films

En noviembre de 1917 regresa a España, a Madrid, con un objetivo claro: la creación de una productora. En un año realiza cuatro, quizá cinco películas -aunque las fuentes siempre hablan de seis-, pero no parece que llegue a estrenarse ninguna de ellas. Están todas desaparecidas. A diferencia de su etapa en París, a partir de ahora ninguna de sus películas, si exceptuamos los documentales durante la Guerra Civil, tendrá un contenido que podamos considerar claramente militante o siquiera de izquierdas: películas de gitanas, toreros, bandoleros, melodramas, la moda de las películas con niño… Nada diferente de lo que se hacía en España por esa época. No me extiendo en cada una de ellas porque están claramente descritas en los dos artículos de revista que adjunto. En el primero, la entrevista se la realizaron cuando aún no había hecho más que tres, y una de ellas incluso todavía tenía un título provisional. En el segundo, explica claramente los títulos y su género. Por si eso no fuese suficiente, en la publicidad pagada que aparece en ese mismo número están especificados esos mismos títulos. Dado el escaso éxito para estrenarlas, cabe suponer que Suicidio libertador, si llegaron a terminarla, fuese su última película. No creo que «los elementos fuertes» ayudasen finalmente a su financiación. Debemos entender que hacia finales de 1918 o principios de 1919 «Cervantes-Film» había llegado a su fin. De la futura estrella infantil Olga Continente, ni rastro.

(…)
-¿Ha hecho usted ya alguna película en España?
-Sí, dos; una tragedia de 1,5000 metros en tres partes, El crimen del Bosque azul, y una cómica. Ambas se proyectarán en breve. En ellas he buscado, además del desarrollo del asunto, el mostrar al Extranjero las bellezas del suelo español.
-¿Y para lo porvenir?
-Actualmente estoy rodando otra tragedia, La Venganza del paralítico, argumento y dirección mía, y yo como protagonista.
-¿Y luego?
-¡Ah!, eso depende de la ayuda que me presten los elementos fuertes. Trato de demostrar que en España se pueden hacer buenas películas y obtener pingües resultados.
(….)

El mundo cinematográfico, nº 156, 25 de noviembre de 1918

La labor cinematográfica de «Cervantes-Films»
Pronto va a cumplirse un año desde que se fundó, en Madrid, la marca cinematográfica «Cervantes-Films», y si bien la producción no ha sido abundante, nuestras referencias nos hacen, en cambio, afirmar, que la excelente calidad de sus cintas dramáticas, compensa ampliamente la modesta cantidad. Hacer poco y bien, es, desde luego, más lógico que producir mucho y mediocre. Además, hay que contar con el excesivo trabajo que pesa sobre su director artístico, el excelente trágico Armand Guerra, quien, además de la dirección artística de la casa, es al mismo tiempo autor de argumentos, metteur en scène y protagonista de las obras, lo que representa un trabajo ímprobo y archiexcesivo.

Durante la horrible guerra mundial que acaba de terminar, Armand Guerra se encontraba trabajando en Suiza, en donde estuvo cerca de dos años. Pero a últimos de Noviembre del año pasado emprendió el viaje hacia España, viniendo a instalarse en Madrid, en donde se fundó la «Cervantes-Films» con su valioso concurso.

Acostumbrado a viajar con elementos de los mas diversos países -Armand Guerra posee siete idiomas-, el trabajo aquí le pareció, sin embargo, más fácil, pues con un solo idioma se entendía con todos.La primera película que hizo fué El crimen del Bosque Azul, de la que tenemos inmejorables referencias, tanto por su emocionante argumento como por el irreprochable trabajo artístico.

Siguió a ésta un disparate cómico-bufo taurómaco, argumento y dirección del mismo Armand Guerra, cuyos protagonistas, reyes del toreo cómico, han hecho un derroche de gracia; se titula la cinta Melagano y Manivela hacen películas.

Poco tiempo después, el incansable cerebro de Armand Guerra construyó un argumento del género Grand Guignol, titulado La zarpa del paralítico, tragedia popular de costumbres madrileñas, en la que el trágico hace un acabado trabajo intensamente emocionante, fielmente secundado por excelentes actrices y actores.

Ya en pleno verano, y cuando apenas había terminado de filmar la anterior, dió «el último toque» a un argumento de mayores dimensiones, una soberbia tragedia titulada La maldición de la gitana. Respecto a esta obra, dice Armand Guerra: «Los que, al ver la cinta, tomen a mi gitana por un personaje de carne y hueso, y consideren sus maldiciones como fatalidades pseudo-verosímiles, sufren una equivocación; mi gitana es un ser abstracto, un símbolo de la superstición de nuestro país y los acontecimientos derivativos de las maldiciones que forman parte del fatalismo a que conduce la superstición. Sentada esa base, permítame que ose decir yo, padre de la criatura, que La maldición de la gitana es interesantísima y de una emoción extraordinaria».

La maldición de la gitana ha sido impresionada en las regiones del Norte -San Sebastián, Pasajes, Irún, Fuenterrabía, el Cabo Higuer, etc.-, y en Levante, por lo que la compañía entera ha estado viajando más de un mes. Actrices y actores han rivalizado en valor, arrojándose vestidos al mar los unos, y dejando los otros que la terrible marea norteña los cubriese.

Actualmente, el maestro compositor Juan Martínez Abades está terminando la partitura de la música descriptiva y cantables para esta película, cuyo lema se halla concebido en esta copla:

Yo te adiviné el pasado
quise anunciarte el mañana
y me echaste de tu lado.
¡Guárdate, pues, desgraciado,
de la maldición gitana!
****

Oportunamente daremos más detalles a nuestros lectores.
Felicitamos calurosamente a Armand Guerra y le deseamos grandes triunfos.

El mundo cinematográfico, nº 157, 10 de diciembre de 1918

Publicidad de Cervantes-Films en El mundo cinematográfico, nº 156, noviembre de 1918

Etapa alemana: UFA

Existen dudas de si entre 1919-1920 volvió a viajar alrededor del Mediterráneo y si estuvo en la Ucrania makhnovista -el ruso era una de las siete lenguas que hablaba, hasta permitirle traducir a Maiakovski, tarea ímproba-. Lo que es seguro es que, él y su hermano Vicente, estaban en Lausana en 1920, para trasladarse a Berlín en 1921. Allí, por primera vez en mucho tiempo, se establecería durante unos cuantos años seguidos dedicándose, al parecer, fundamentalmente al cine, trabajando para la gran empresa cinematográfica alemana: Universum Film AG (UFA). No sería por lo general en tareas de director, sino en los más diversos oficios y gracias, probablemente, a su dominio de los idiomas: rotulista, traductor de guiones, doblador, director, etc.-. Seguramente gracias al actor anarquista Alexander Granach, incluso hace de actor en una película de 1924/25: Ein Sommernachtstraum [Sueño de una noche de verano], en el papel de Wenzel. También tendrá la oportunidad de dirigir una película en 1928: Die geschenkte Loge [La logia regalada]. Según Jarry no pasó la censura «con el pretexto de que un jardinero, dispuesto a regar, daba la impresión de orinar». La verdad es que no parece un motivo demasiado serio y seguramente se hubiera podido resolver con algún pequeño corte. En cualquier caso, parece cierto que tampoco llegó a estrenarse. En 1929, como admirador del aviador Günter Pluschow, tan aventurero como él, realiza una versión libre de su relato Sobre la tierra de fuego (1930) y traduce los rótulos en español de la película que se realiza: Silberkondor über Feuerland.

Paralelamente a su trabajo en Berlín, Guerra estuvo muy atento a la situación en España, con numerosos proyectos, lo que hizo que se desplazase con frecuencia y que, desde Berlín, fuese el cronista cinematográfico del periódico El Imparcial y colaborador habitual de revistas como Popular Films, dirigida por su amigo y camarada anarquista Mateo Santos, o La Correspondencia de Valencia.

Petersen y Poulsen con su sistema de sincronización de sonido e imagen

Muestra de esta inquietud que podríamos llamar emprendedora si no fuese algo quizá insultante para un anarquista, en 1926 se convirtió (junto con su hermano) en pionero de la introducción en España del cine hablado parlante a través del sistema de los daneses Petersen y Poulsen, haciendo una demostración en Valencia que recogerá el artículo de El Imparcial que reproducimos a continuación. La propuesta no tendría éxito y habría que esperar seis o siete años para poder empezar a hablar de cine sonoro en España. Sin ninguna duda, Armand Guerra era un pionero muy atento al devenir de la cinematografía en el mundo.

UNA PORTENTOSA INVENCIÓN
La Cinematografía parlante
La Cinematografía muestra dos tendencias opuestas: la supresión de la titulación, haciendo honor al «arte mudo», o, por el contrario, el acoplamiento de la fotografía animada con la símultaneidad del sonido.
De la primera tendencia hemos admirado un noble intento, de la segunda, los ingenieros dinamarqueses Petersen y Poilsen [sic] han dado en Valencia, días pasados, la más notable demostración de su portentoso invento. La descripción del aparato, cinta, forma de registrarse y emitir el sonido será objeto de otro trabajo; del de hoy hemos de dar solamente la impresión, el efecto que la increíble invención produce.

El introductor en España ha sido el cronista cinematográfico de EL IMPARCIAL, en Berlín, Armand Guerra, que por circunstancias que no hacen al caso eligió la ciudad de Valencia para el disfrute de las primicias de tal curiosidad.

Parecía una locura. ¡Ahí es nada! ¡El «Cine» parlante! La película hablada. ¿Qué decimos hablada? Todos, absolutamente todos los sonidos son registrados y emitidos por el invento en cuestión.

Y comenzó el acto, es decir, la exhibición. Armand Guerra había impresionado un discurso de presentación, notabilísimo. En él mezcló sonidos con actitudes, y su palabra llegaba al oído del espectador con igual rapidez que el gesto impresionaba la retina, y así los golpes de los nudillos en la mesa, el llenado de un vaso de agua, el beberlo seguidamente haciendo chascar la lengua; la tos, el sonido gutural para aclarar la garganta, etc. etc., producían la más extraña y maravillosa impresión.

Pero donde la admiración alcanzó el límite máximo fué en la reproducción de los diversos y extraños ruidos callejeros. Todo se registra: los bocinazos, el sordo ruido de los motores, el batir de los cascos de los cahallos contra el pavimento, las voces de los vendedores; extraña mezcla que da la exacta impresión de la calle agitada de una ciudad moderna.

Y, para acabar, la parada de un regimiento, con los sonidos de las cornetas, tambores, voces de mando y chocar de armas, hizo desbordar el entusiasmo de los concurrentes.

La perfección cinematográfica está lograda. La prueba, feliz y triunfadora, del notable invento lo ha demostrado. No es un balbuceo de algo que «será»; es ya, existe ya, con personalidad propia.

Y para que nada se objete, todo ha sido previsto: la falta de algún fotograma, la eliminación de sonidos extraños.
La Cinematografía parlante, aquel intento que en el año 1900 era sólo una unión del cinematógrafo y el fonógrafo, ha cristalizado ya en un todo homogéneo y perfecto, que tras largos años de experiencia y estudio han dado a la humanidad progresiva los sabios Petersen y Poilsen.
Carlos LLORENTE
Valencia, 8 de mayo, de 1926

El Imparcial, 15 de mayo de 1926

Segundo intento como director en España

Mientras intenta hacerse un nombre en el cine alemán, Armand Guerra no pierde la esperanza de afianzar su carrera también en nuestro país. En 1926 dirige Luis Candelas o el bandido de Madrid, el mismo tema que tratará es mismo año un director mucho más conocido, José Buchs con Una extraña aventura de Luis Candelas. La película tiene pinta de ser un encargo, y no he encontrado más información más sobre los productores, Tomás Álvarez Angulo, Notario y Del Cerro, que la dos películas hechas con Guerra. Porque Candelas tendría al parece un gran éxito de público, simultáneando cartelera en cinco cines de Madrid, lo que llevó a esos mismos productores, en coproducción con Alemania (Parma Films) a encargarle la dirección de Batalla de damas en 1927, rodada en Alcalá de Henares pero cuyos interiores se rodaron en Berlín. En la ficha de la Base de datos del cine español, aparece como codirector Hans Werckmeister y la película se titula en alemán Der Kampf um den Mann. Curiosamente, en el portal aleman, Filmportal, aparece como una producción totalmente alemana dirigida por Werckmeister. Dos años más tarde se supone que realiza Idilio nocturno (1929), pero la verdad es que no he podido encontrar la menor información sobre esta película. Por último otros productores descontentos con el director -Robert Florey- de una de las primeras películas sonoras de Imperio Argentina contactan con Guerra y le proponen que la dirija, quizá por su experiencia previa con el sonoro. Nace así El amor solfeando (1930), que en Madrid se estrena como El profesor de mi mujer. Al final de esta entrada ofrecemos la película, aunque aparece como director Florey. Por último, ese mismo año actúa en la película, con un papel de payaso, La alegría que pasa, de A. Micón.

Actividad empresarial: estudios de cine Hispano-Cineson

Además de sus tareas como director, Armand Guerra sigue interesado en los aspectos empresariales de la industria cinematográfica. De hecho, desde las páginas de Popular Films se establece un debate en el que él participa sobre la necesidad de reforzar la producción de cine en España. En 1932, con su hermano -que aparece como Vicente Estivill-, con Ernst Augspach y con el banquero alemán Johann Ther —futuro embajador del régimen nazi en España— crean los estudios Hispano-Cineson en Valencia, que no llegaron a cuajar. El proyecto fracasa, pero Ther consigue algo más tarde otros inversores para crear la gran productora de la República y de los primeros años del franquismo: CIFESA. Sin duda, los proyectos de Armand Guerra se correspondían a las necesidades de la industria cinematográfica española. Así lo narraba su amigo Mateo Santos:

MAPA CINEMATOGRÁFICO DE ESPAÑA
Un hombre y una empresa
por Mateo Santos

Todo parece indicar que la industria cinematográfica española entra en la zona de las realidades.
En este ambiente que se está formando, favorecido por un fuerte movimiento de opinión favorable al cinema hispano, destacan en la actualidad los nombres de dos ciudades de España: Valencia y Aranjuez.
En Aranjuez la E.C.E.S.A. (Estudios Cinema Español, S.A.) y en Valencia la Hispano-Cineson.
En el número anterior de nuestra revista se publicaron los planos del proyecto de estudios cinematográficos en Aranjuez, acompañados de una documentada información avalada con la firma de mi culto compañero Antonio Guzmán Merino.
Mi conocimiento del proyecto de la E.C.E.S.A. no abarca más del que tienen los lectores de POPULAR FILM por las referencias de Guzmán Merino. Voy a referirme, pues, al de Valencia, del que en otras ocasiones apunté ya algo en estas mismas páginas.
La Hispano-Cineson ha nacido de la tenacidad y la inteligencia de un hombre: «Armand Guerra». A él se debe la iniciativa de alzar en la capital levantina unos estudios para la producción de cintas españolas.
«Armand Guerra» ha residido muchos años en el extranjero, principalmente en Alemania, centro vital del cinema europeo. Durante esa larga época, «Armand Guerra» no ha perdido el contacto con los estudios alemanes. En algunos de ellos ha prestado diferentes servicios que le han permitido presenciar los avances continuos de la técnica cinematográfica y adiestrarse en cuanto se refiere a la producción y propaganda del film. No se trata de un caso de intuición, sino de experiencia, de práctica y de estudio.
Desde Alemania, este hombre tenaz ha seguido atentamente el ritmo de otras escuelas de cine: la francesa, la italiana, la rusa. Esta última, por el espíritu que la anima, por su fuerte originalidad y por la influencia que ya ahora está ejerciendo en el cinema mundial, incluso en el yanqui, con marcado interés.
En Alemania «Armand Guerra» ha estudiado las posibilidades de un cinema español. Muchos de sus tanteos, de sus ideas, de sus inquietudes, los ha traído a estas columnas, de las que «Armand Guerra» es uno de los colaboradores más ilustres.
Viajes a España, de tanteo y sondeo de voluntades. Idas y venidas. Proyectos que no llegaron a cuajar por falta de decisión en los individuos a quienes «Armand Guerra» se los proponía. Iniciativas malogradas, estrelladas contra la indiferencia -y la ignorancia- de los demás. hasta que un día, un hombre terco, el luchador infatigable, encuentra en Alemania otro hombre de su temple: el señor Ernst Augspach. Y es a partir de este momento cuando empieza a delinearse, con trazos firmes, la organización en España de la industria del film.
A los iniciadores, es decir, a «Armand Guerra» y Ernst Augspach, se suman otros elementos valiosos de allí y de aquí: los señores Johannes W. Ther y Vicente Estivill.
En Valencia se adquieren unos terrenos, extensos, bien situados. A una parte el mar que tantos motivos de inspiración diera a Sorolla y a Blasco Ibáñez, que llenó de luz la paleta del pintor y que dió luminosidad, ímpetu, a muchas páginas del gran novelista. Y al otro lado, la montaña, esa montaña de Levante que tiene el matiz suave, transparente de la prosa de Azorín y de Gabriel Miró.
Y así, calladamente, pero con firmeza, se van alzando en Valencia los estudios de la Hispano-Cineson, la empresa que ha sido posible por la terca voluntad de un hombre: «Armand Guerra».

Popular film. 18/2/1932, página 11.
Promocionando en la radio su proyecto de estudio sonoro en Valencia

Primeros años 30

A causa de las leyes proteccionistas alemanas que prácticamente prohibían la participación de extranjeros en la cinematografía alemana, Armand Guerra abandona definitivamente Berlín en 1932. A partir de entonces vive entre Valencia y Madrid. No he encontrado demasiada información sobre sus actividades en esta época. Tras el fracaso de su proyecto de estudio en Valencia, al parecer trabaja para Cine Popular Español y para Filmófono (1929-1936), la empresa de Ricardo M. Urgoiti, además de como traductor de películas del ruso y del francés para el cineclub que le sirve de plataforma propagandística: el Cineclub Proa Filmófono, con el anarquista Valeriano Orobón y el comunista Juan Piqueras desde París. Curiosamente, este cineclub sería uno de los principales divulgadores del cine soviético en nuestro país. También forma parte del grupo organizador de la Asociación Cinematográfica Española (con Mateo Santos, Lescarboura, etc.), muy interesados en impulsar la producción cinematográfica española, siguiendo precisamente el ejemplo de Le cinéma du peuple de 1913, pero que tendrá un muy escaso éxito -ver más información en la tesis doctoral de Pau Martínez Muñoz-. En marzo de 1936 realiza la versión española de la obra de teatro La chinche, de Maiakowski, y actua en su representación en el Teatro Rosales por parte del Cine Teatro Club (con César Falcón y Ramón Pujol), con el que estuvo la temporada en el Barbieri. Curiosamente el CTC también estaba especializado en la representación de teatro soviético.

Caracterizado para Carne de fieras (1936)

Carne de fieras y Guerra Civil

Aunque era una película inacabada y pérdida, en los últimos años se han publicado numerosos artículos sobre las peripecias de Carne de fieras, muy probablemente por sus escenas de desnudo en una película española de los años 30, por lo que no nos extenderemos demasiado. Además, el propio Armand Guerra recogió estas circunstancias en el libro A través de la metralla, fácilmente accesible.

El estallido de la guerra el 18 de julio de 1936 le sorprendió rodando Carne de fieras en el madrileño parque de El Retiro, película para la que su amigo productor Arturo Carballo le había ofrecido 30.000 pesetas. Pierde todo el interés en ella y la mal termina en septiembre. Afiliado al Sindicato de Espectáculos Públicos de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT, carné 132 de la Sección de Actores), se puso a su servicio. Se le encarga la realización de toda una serie de reportajes en la zona centro: Toledo, Somosierra, Guadalajara, Cuenca, Levante; Colectividades de Brihuega, Pedralba y Manzanares, con un equipo preparado por Antonio Cotiello. Llegó a terminar dos reportajes y realizar un tercero, pero solo los dos primeros fueron exhibidos –Estampas guerreras (I y II)- en marzo de 1937 en el Actualidades. Un par de proyectos quedan en el tintero: la película Gestas proletarias y, sobre todo, un documental sobre la Columna Durruti. Aprovechando que el cuartel general de su columna se había instalado en el local del Sindicato de Espectáculos, mantuvo un encuentro con Durruti para concretar cómo serían los preparativos de la película. Así describe Guerra su reunión con el líder anarquista: “Me apresuré a solicitar su cooperación para algunas tomas de la actuación de la columna Durruti. Pero éste arrugó el ceño, me echó el brazo al cuello amistosamente y me condujo a un ángulo del jardín, diciéndome: -No lo tomes a mal compañero, pero soy enemigo acérrimo de las exhibiciones. Pocos han logrado filmarme, y aun eso por sorpresa. La leyenda de héroe que me están tejiendo, muy a pesar mío, es injusta; me molesta. Los héroes son los milicianos que forman mi columna. (…) Quise insistir en mi petición; pero él se negaba obstinadamente (…) Tuve que prometerle que filmaría una cosa de aspecto
general, sin destacarle a él; quería seguir siendo el jefe desconocido”. Desgraciadamente, el día que iba a empezar el rodaje, se produjo la muerte del líder anarquista.

Durante la guerra, y abandonada extrañamente la carrera cinematográfica, elabora textos, hace traducciones –Mallorca sous le terreur fasciste, de M. Pérez- y pronuncia conferencias, tanto en el extranjero -una gira en marzo de 1937 por el sur de Francia con Manuel Pérez- como en España, dando una serie de charlas en Unión Radio de Madrid, contrarrestando la propaganda alemana e italiana. Su firma apareció en L’Indomptable, Nosotros, Fragua Social, Umbral y El Parapeto, de Valencia, así como en Solidarité Internationale Antifasciste (SIA), de Barcelona y de París o Emancipación, de Almería.

En 1938, publica A través de la metralla —previamente serializada en La Semana Literaria Popular—, una autobiografía de los tiempos de la guerra, en el que se califica de “realizador cinematográfico de la CNT” -pero que ya no realiza ninguna película, cabría añadir-.

Un extraño caso de tráfico de joyas en el que se ve implicado lleva a que sea perseguido por el Servicio de Inteligencia Militar (SIM, con gran influencia comunista). Estuvo preso de abril a agosto de 1938 en la checa de la calle Muntaner de Barcelona y en el buque Uruguay. Sufrió torturas de las que probablemente no llegó a recuperarse, y finalmente fue liberado bajo arresto domiciliario en el hotel Bristol. A finales de noviembre pronuncia en Barcelona una conferencia, en nombre del SIA, en el homenaje por el segundo aniversario de la muerte de Durruti. En enero del 39 pasa a Francia. Consigue, no sé si salir o no llegar a entrar en los campos del sur de Francia, y se traslada a París. El 9 de marzo publica su último artículo en Libertaire, firmado como Cantaclaro. Al día siguiente, en la boca del metro, muere de un derrame cerebral por la rotura de un aneurisma.

Su mujer, durante la ocupación nazi, decide quemar sus archivos. Su hija, que tenía cinco años en el momento de su muerte, será muchos años después la impulsora de los estudios sobre su figura.

Sus publicaciones

Stefanoff, La Habana, Biblioteca de Tierra, 1914;
-Trad. de G. Pluschow, Sobre la tierra de fuego, Santander-Berlín, Aldus, 1930;
-Trad. de V. Maiakowski, La chinche, 1936;
-A través de la metralla. Escenas vividas en los frentes y en la retaguardia, Valencia, Distribuidora Ibérica de Publicaciones, 1938 (reedición con introd. de V. Estívalis-Ricart y J. Tena, Montpellier, Centre d’Etudes et de Recherches Scientifiques (CERS)-Université Paul Valéry, 1996, en español, 1997; Madrid, LaMalatesta Editorial, 2005; en italiano, Spartaco, 2016).

Su filmografía:

Un cri dans la jungle, 1913; (dudoso)
Les misères de l’aiguille, 1913;
La Commune I, 1914;
Le vieux docker, 1914;
El crimen del bosque azul, 1918 (perdida);
Melagano y Manivela hacen películas, 1918 (perdida)
La maldición de la gitana, 1918 (perdida);
La zarpa del paralítico, 1918 (perdida);
Suicidio libertador (?), 1918 (perdida)
Luis Candelas o El bandido de Madrid, 1926;
La batalla de las damas, 1927;
Die geschenke loge, 1928;
 Idilio nocturno, 1929; (?)
El amor solfeando, 1930 (Barcelona) o El profesor de mi mujer (Madrid);
Carne de fieras, 1936 (reed. en París, Les Films du Village, ¿2003?);
Escenas guerreras (I, II), 1936 (perdidas).

Bibliografía
Según la entrada a su nombre de la Real Academia de la Historia mas alguna incorporación

-C. Llorente, “La cinematografía parlante”, en El Imparcial (15 de mayo de 1926), pág. 6;
-M. Santos, “Un hombre y una empresa”, en Popular Film, 288 (18 de febrero de 1932), pág. 5;
-F. Alberich, Carne de fieras, Madrid, Filmoteca Nacional, 1993 (contiene “La persistencia de la penumbra”, de J. Pérez Perucha);
-R. Gubern, et al., Historia del cine español, Madrid, Cátedra, 1995;
-A. Fontanillas Borrás, “Armand Guerra, cineasta valenciano, periodista y anarquista por más señas”, en El Noi 3 (Valencia, 1995);
-E. Fernández, Armand Guerra, requiem pour un cinéaste espagnol, (documental) Le Films du Monde Libertaire, 1997;
-“Armand Guerra”, en Gran Enciclopedia de España, X, pág. 3796;
-M.ª T. Martínez de Sas y P. Pagès i Blanch (coords.), Diccionari Biogràfic del Moviment Obrer als Països Catalans, Barcelona, Universitat de Barcelona-Abadía de Montserrat, 2000, págs. 705-706;
-VV. AA., Cine y anarquismo, Madrid, Fundación Anselmo Lorenzo, c. 2000;
-E. Jarry, “Le Cinéma du Peuple, 1913-1914”, en Le Monde Libertaire (París), 1251 (2001);
-“Armand Guerra, cineasta y pionero del cine militante”, en CNT, 280 (2002);
-F. Agramunt Lacruz, “Armand Guerra, cronista de la Aurora Libertaria”, en Archivo de Arte Valenciano, 84 (2003), págs. 147-161;
-I. Marinone, “Armand Guerra, un cinéaste hors du commun”, en Anarchisme et Cinéma, tesis doctoral, Université de Paris I-La Sorbona, 2004 (inédita);
-F. Agramunt Lacruz y J. A. Ríos Carratalá, Armand Guerra, un sembrador de rebeldías, Valencia, Fundació Municipal de Cine, 2008;
-M. Íñiguez, Enciclopedia del anarquismo ibérico, Vitoria, Asociación Isaac Puente, 2018, págs. 867-868.
-Pau Martínez Muñoz, La cinematografía anarquista en Barcelona durante la Guerra Civil (1936-1939), tesis doctoral, 2008.
-Richard Porton (ed.) Arena One: Anarchist Film and Video. Oakland: PM Press, 2009. Contiene una traducción de un artículo de Guerra en Popular Films mas una breve cronología elaborada por su hija.

Algunas de sus películas en internet

Les misères de l’aiguille (1913)

Le vieux docker (1914)

La Commune I (1914)

El amor solfeando (1930)

Carne de fieras (1936)

Bibliografía consultada en internet

-Ignacio C. Soriano Jiménez. «José María Estívalis Calvo«, DB-e, Real Academia de la Historia.
-Eric Jarry. Armand Guerra, cineasta y pionero del cine militante (publicado originalmente en francés)
Armand Guerra (su entrada en el magnífico portal Rebelde Emule)
José Estívalis Cabo, más conocido por sus pseudónimos Armand Guerra y José Silavitse. (Vida y obra) (en el blog anarquista Sobre la anarquía y otros temas)
-Pau Martínez Muñoz. La cinematografía anarquista en Barcelona durante la Guerra Civil (1936-1939)
-Armand Guerra. A través de la metralla: Escenas vividas en los frentes y en la retaguardia. Madrid: La Malatesta, 2005.