
Hoy vuelve a tocar una entrada un poco chorra sobre anécdotas que me encuentro al preparar entradas algo más serias -espero-. A los de mi edad nos suena Fox por 20th Century Fox. A los más jóvenes quizá por esa basura en que se ha convertido en los últimos años la Fox News controlada por Rupert Murdoch. Por esto último, quizá nos provoca una pequeña sonrisa recordar una anécdota medio olvidada del fundador que le dio nombre, Willam Fox: su etapa socialista en su adolescencia y que le encargase su biografía a uno de los escritores más rojos del momento en los EEUU: Upton Sinclair. Una lástima que el juego de palabras ‘Fox rojo’ se pierda en español, pues el nombre común para zorro en nuestro idioma es también ‘zorro rojo’.
En realidad, su nombre verdadero era Wilhelm Fried, y era un judío húngaro nacido en 1879 –sí, en el Imperio Austrohúngaro, supongo que Berlanga lo sabía–. La familia emigró a Estados Unidos cuando Wilhelm tenía 9 meses, y pasó el resto de su vida en Nueva York. De hecho, a diferencia de otros magnates del cine, siempre vivió en esa ciudad evitando tanto Hollywood como la presencia pública que buscarían muchos de sus pares. Es la típica carrera de trabajador emigrante que va escalando poco a poco posiciones, una ‘carrera hacia el éxito gracias al esfuerzo’ como se nos suele vender, y en la que el mismo creería, como veremos muy pronto. Fox empezó su carrera en el cine no en el sector de la producción o la distribución, sino en la de la exhibición. A partir de un nickelodeon en 1903, acabaría creando un emporio de salas de cine. Fue en buena parte el responsable, gracias a un pleito, del hundimiento del monopolio de la Motion Picture Patents Company, que era uno de los motivos que había llevado a muchos productores independientes a trasladarse a la lejana Hollywood. En 1913 empieza también a producir películas. Tuvo un gran éxito con estrellas como Theda Bara o Tom Mix, siendo también el responsable de la llegada del director alemán Murnau para trabajar en Hollywood. En 1926 compra una patente de un sistema de sonido, Movietone, y aunque no consigue realizar la primera película sonora –que sería de la Warner– crea un sistema de noticiarios que tendrá un gran éxito: Fox Movietone News, o la Fox News ‘buena’.
Pero en 1929 se le empiezan a torcer las cosas. La AT&T pone un pleito reclamando judicialmente todos los sistemas de sonido existentes, incluido el suyo, pues consideran que parten de una patente previa que ellos poseen. Por otra parte, se enreda en un confuso negocio: tras la muerte de otro magnate, Loew, jefe de la Metro-Goldwyn-Mayer, le compra sus participaciones en la empresa a su familia, lo que provoca la furia de los jefes de los estudios de MGM, Louis B. Mayer y Irvin Thalberg –que tenían mucho poder pero no eran accionistas–. Mayer ‘convenció’ al gobierno para que presentasen una demanda por violar las leyes antitrust. Justo en ese momento Fox tuvo un grave accidente de automóvil, y para cuando se recuperó, había estallado la crisis del 29, en la que perdió prácticamente toda su fortuna. En 1930 pierde el control de su empresa tras una OPA hostil. Fox Film Corporation se fusiona con 20th Century Pictures, para convertirse en 20th Century-Fox. Lo que significa, en realidad, que los famosos estudios que llevan su nombre nunca trabajaron para él. Sería un periodo de siete años de batalla legal para impedir la bancarrota. Es durante este periodo cuando le pide a Upton Sinclair que escriba un libro explicando tanto su vida como, principalmente, su visión sobre lo que había sucedido en los últimos años, que él consideraba había sido un complot contra su figura. En 1936, en el juicio por la bancarrota, intenta sobornar al juez y comete perjurio, por lo que es condenado a la cárcel. Pasaría allí algo más de cinco meses. Años más tarde, el presidente Truman le concedería su perdón. Murió en 1952 sin que nadie de Hollywood acudiese a su funeral.
El libro

Aunque parezca una extraña elección escoger a un famoso novelista socialista estadounidense para escribir una especie de memorias de un magnate del cine, lo cierto es que contactado por la familia y el secretario de Fox, Upton Sinclair invitó a su casa de Pasadena a Fox en marzo de 1932 para explorar la posibilidad de escribir un libro sobre su vida. Fox le ofreció 25.000 dólares -de la época- por escribirlo, y Sinclair inicialmente se negó. Pero tenía sus propios problemas financieros: dos meses antes había hipotecado su casa para pagar la película que Eisenstein estaba rodando en México y entraría con el director soviético en una larga y enconada disputa –que quizá veamos en alguna otra entrada–. El caso es que la mujer de Sinclair le presionó para que aceptase la oferta, y así lo hizo finalmente. Durante seis semanas, tres veces por semana, se encontraron, en la casa de Pasadena del escritor, Sinclair y Fox, durante 3 o 4 horas en cada sesión. Fox hablaba y hablaba. Y tan rápido que tenían que usar dos estenógrafas para registrar sus palabras. Estaba convencido de la conspiración, pero no tenía muchos datos que corroborasen su versión, ni tenía claro quién estaba al frente de la supuesta conspiración: la AT&T, la banca, Adolph Zukor… Con toda la información conseguida, Sinclair se puso a redactar el libro. No paró de enviar mensajes y textos de prueba a Fox pero este, que había vuelto a Nueva York, nunca le contestaba, o le decía que tenía que esperar a ver el libro completado. En julio del 32 Sinclair se lo envió. En agosto, aún no había recibido respuesta. Parecía que Fox había perdido interés. Finalmente envió una versión corregida escrita probablemente por la mujer de Fox y muy maquillada. Sinclair se opuso a los cambios a la par que empezaba a buscar editor. En enero de 1933 le dio una última oportunidad a Fox de firmar un acuerdo protegiendo de la acusación de libelo a la editorial que estaba dispuesta a publicar el libro. Ante su silencio, Sinclair decidió autopublicarlo. En febrero de 1933 aparecía Upton Sinclair Presents William Fox. Finalmente, parece que a Fox no le disgustó el libro, porque acabó pagando el total de la suma a Sinclair.

La obra tiene un primer tercio en el que se cuenta la vida de Fox, fundamentalmente a partir de sus propias palabras. Los otros dos tercios, sin demasiado interés en la actualidad, se refieren a la presunta conspiración capitalista para acabar con él.
Es en estos primeros capítulos en los que Fox habla de su militancia socialista en la adolescencia, entre 1892 y 1894. Así lo explica:
«Entre los trece y los dieciséis años fui socialista. El líder del Partido Socialista en Nueva York en esa época era un hombre llamado DeLeon. Lo conocía muy bien y fui su seguidor, y durante las elecciones de esos tres años me subí a cajas de jabón y lancé discursos. En mi mente estaba convencido de que el sistema entonces en curso estaba mal, y que el sistema social adecuado para el mundo debería ser socialista. Despreciaba tanto al capital como a los capitalistas. Por supuesto, esto era durante un periodo en el que todavía no había sido capaz de ahorrar ni un dólar, y mis ingresos eran apenas lo suficiente para llevarme algo a la boca. Entonces empezaron mis ahorros y finalmente en mi cuenta de banco de centavos fui el poseedor de 10 dólares al cambio, con lo que abrí una verdadera cuenta bancaria.
A mis amigos y conocidos, que estaban también luchando y consiguiendo lo justo para llevarse algo a la boca, no había conseguido mencionarles que estaba abriendo una cuenta bancaria. Sabía que si tenía 10 dólares, lo más adecuado que podía hacer era no esconderlo en el banco sino dividirlo entre mis amigos. En cambio, seguí sumando a esta cuenta, hasta que tuve 100 dólares en el banco, y a mí esos 100 dólares me parecían un gran porcentaje del capital del mundo. Después de eso, no podía hacer un buen discurso sobre una caja de jabón. Las cosas que solía decir desde esta caja de jabón eran contrarias a lo que estaba practicando, y cuanto más crecían mis ahorros, más me alejaba de mis principios socialistas. Luego observé que mis amigos y camaradas con los que estaba asociado socialmente y que tenían aproximadamente el mismo salario que yo, y cuyas responsabilidades no eran menores que las mías, gastaban libremente lo que ganaban, mientras yo me negaba a mí mismo muchas cosas. Por tanto, yo tenía un excedente cada semana y lo metía en el banco. Luego se me ocurrió que no eramos iguales, que ellos también podían haber ahorrado algún dinero, y empecé a ver la distinción entre estas gentes diferentes. Como mis fondos seguían creciendo, me encontré un día poseedor de 500 dólares. Por supuesto, hasta entonces no había votado. Era un socialista que hablaba, no uno que votaba. Cuando llegó el momento de mi primer voto, era un capitalista. Mi punto de vista había cambiado completamente. Encontré entonces que mis puntos de vista políticos eran los siguientes: para la política local, era un Demócrata, que es lo habitual en la ciudad de Nueva York, y para la política nacional, era un Republicano».
Y sigue la opinión de Sinclair:
«El Will Fox adulto me contó esta historia con un brillo en sus ojos. Tenía la idea de que de alguna manera me estaba tomando el pelo. Pero al mismo tiempo, yo sabía que él me respeta a causa de las convicciones que mantengo. Y, por raro que parezca, está ansioso por que no lo considere un conservador encubierto. Más tarde les contaré sus ideas sobre reconstrucción social. Varias veces, mientras me las contaba remarcaba: «Ve, señor Sinclair, no he olvidado del todo lo que aprendí de Daniel DeLeon». La verdad es que, como muchos estadounidenses, tiene compartimentos estancos en su cerebro. Puede admirar y defender ardientemente a Herbert Hoover y al mismo tiempo mantener con bastante sinceridad algunas ideas ilustradas sobre planificación social».
Trotsky electricista y extra de cine
Quizá por esta ambivalencia que cita Sinclair, según Vanda Krefft, en una historia muy poco creíble, Fox simpatizaba con los revolucionarios rusos y usó Fox Film para promocionar su causa. Krefft es autora de la biografía más detallada sobre la figura del magnate: The Man Who Made the Movies : The Meteoric Rise and Tragic Fall of Willam Fox. En esta obra se nos recuerda que en una de las películas de su gran estrella, Theda Bara, The Rose of Blood (1917) se describía a los revolucionarios que lanzaban bombas en Rusia como luchadores por la libertad. Y en 1918 realizaron The Firebrand, en la que Theda es una princesa rusa que se enamora de un heroico joven estadounidense partidario de la revolución. La película era anunciada como «¡Gran drama de la democracia!».
Pero, yendo seguramente demasiado lejos en esta línea, según Krefft también financiaba a los revolucionarios. Reproducimos literalmente el fragmento:
«Leon Trotsky llegó a Nueva York a mediados de enero de 1917, exiliado desde España y no deseado en el resto de Europa. «Lo vi por primera vez en el Lower East Side con una copia de Forward bajo el brazo», le dijo Fox a su sobrina Angela Fox Dunn. Le daba pena Trotsky. El gran intelectual parecía muy desgastado. «¡No te daría por él ni 11 dólares, con los zapatos incluidos!»
Aunque Trotsky insistiría en que se había ganado la vida en Nueva York solo como periodista, espías británicos (que lo vigilaban de cerca porque creían que estaba recibiendo dinero alemán) descubrieron que había sido contratado para trabajar como electricista en Fox Film. Según Sheehan, Trotsky también apareció como extra en películas de la Fox y tenía una tarjeta de identificación como empleado de la Fox. La historia es plausible. Trotsky necesitaba el dinero –escribir editoriales socialistas no está muy bien pagado– y le encantaba el cine. Según se dice, para escapar de su triste apartamento en el Bronx, a menudo llevaba a su mujer y sus dos jóvenes hijos a un comedor ruso-judío en la avenida Westchester, sobre el ferrocarril elevado, y luego a ver una película. Por último, según cuenta la tradición familiar, Fox le dio a Trotsky dinero para ayudarle a volver a Rusia en el SS Kristianiafjord el 27 de marzo de 1917, doce días después de la abdicación del zar.»
La base de toda esta información es muy endeble, pues se basa casi exclusivamente en declaraciones de una sobrina de Fox, Angela Fox Dunn, tanto a Vanda Krefft como a otro periodista (Arnold Rogoff, Jan. 30, 1975, 5). La otra fuente, la del supuestamente espía británico que seguía a Trotsky y atestiguaría que recibía dinero alemán y trabajaba como electricista es un libro que no he podido consultar: Arthur Willert, The Road to Safety: A Study in Anglo-American Relations (London: Derek Verschoyle, 1952), 29. La historia sobre la tarjeta de identidad en Fox Films en otro dudoso artículo: Kingsley, «Christmas in the Colony», Los Angeles Times, Jan. 17, 1926, J5.
Kenneth D. Ackerman tiene todo un libro dedicado a la estancia de Trotsky en Nueva York –Trotsky in New York, 1917: A Radical on the Eve of Revolution–, e incluye un capítulo sobre todas estas teorías, «Conspiracy Theories», que empieza así:
«La visita de Trotsky a Nueva York generó una superabundancia de mitos y teorías conspirativas. Escritores y chismes han retratado a Trotsky en Manhattan como sastre, camarero, electricista, truquista publicitario, incluso actor de cine. Un artículo del Herald Tribune de 1932 identificaba a Trotsky como un extra pagado a 5 dólares el día en una película de Vitaphone filmada en Brooklyn titulada My Official Wife, aunque la foto granulada de la aparición en pantalla del supuesto Trotsky se parece poco al comunista ruso de la vida real y la película en realidad se estrenó en 1914, tres años antes de la visita de Trotsky. Otro escritor insistía en que Trotsky había compuesto publicidad en yiddish para un productor de la escena de Nueva York llamado Morris Gest para su producción bíblica de 1917 The Wanderer, a pesar del pobre nivel de yiddish de Trotsky y su desdén por todo lo religioso.
Pero las teorías conspirativas han sido más persistentes, y la etapa de Trotsky en Nueva York ha creado cuatro principales: la alemana, la judía, la británica y la estadounidense –todas ellas respecto a su regreso a Rusia–.»
Lo dejamos aquí recomendando el libro de Ackerman para conocer mejor cada una de estas teorías y sus puntos débiles.
Bibliografía
Vanda Krefft. The Man Who Made the Movies : The Meteoric Rise and Tragic Fall of Willam Fox. Nueva York: HarperCollins, 2017.
Upton Sinclair. Upton Sinclair Presents William Fox. Los Angeles: publicado por el autor, 1933.
Kenneth D. Ackerman. Trotsky in New York, 1917: A Radical on the Eve of Revolution. Berkeley: Counterpoint, 2016.